lunes, 4 de noviembre de 2024

NIEBLA

No me puedo quitar de la cabeza la catástrofe de Valencia y zonas aledañas, perdonen que los cite aquí. Abrazos de corazón para quien los necesite.

 

La niebla lo llenó todo muy de mañana, en silencio,

envolviendo las ramas, las hojas y el tronco con delicadeza,

como se posan los pájaros sobre los tallos.

Quedó envuelto así durante horas, quieto, suspendido, sin brisa y sin frío,

sólo con la apacible humedad que todo lo empaña.

 



Al caer la tarde, la niebla se fue reptando,

dejando la hierba mojada de agua sin lluvia.

El árbol, mudo, siguió en su puesto con la oscuridad rondando.


No hay luna, la bruma escaló para esconderla montaña arriba.

Las nubes quieren ocultarlo todo y aún así,

puntitos luminosos aparecen dispersos en el cielo jugando a esconderse.



El avefría comienza su canto para avisar de la llegada del frío.

Y las sombras siguen su ritmo estridente como su canto,

avanzando a trompicones hasta que se dispersan.

Es entonces cuando como un escalofrío,

los seres de la noche salen en busca de su presa.


Es hora de arroparse

y dejarse llevar por el mundo inconsciente de los sueños hasta que amanezca.

viernes, 4 de octubre de 2024

Disparates

Los diálogos de disparates entre mi nieto y yo me divierten sobremanera, probablemente porque me siento como una niña y porque a los dos nos hacen reír, y nada hay mejor que esos ratos de felicidad.

En nuestra habitación se ha instalado un perenquén (salamandra). La primera noche eligió un hueco entre los libros que hay en la estantería sobre la ventana, entre “La fuerza Fierabrás. Medicina, ciencia y terapéutica en tiempos del Quijote” y un antiguo libro de “Patrones para modistas de 1900”.

 

No sé si los títulos que eligió para acomodarse tendrán algo que ver, o si simplemente el hueco que encontró entre ellos era sólo un buen refugio.

Mi nieto dice con la lógica apabullante de sus ocho años, que a lo mejor se queda ahí para ir leyendo lo que hay en el estante y que por eso empieza por un extremo. Pero yo discrepo porque todo lo que queda en esa estantería son libros y revistas con ideas para tejer todo tipo de prendas.

Al día siguiente, lo descubrí en la penumbra de la caída del sol caminando con precaución, pegado a la pared como si fuera Spíderman, y con la agilidad que les caracteriza a ambas “familias”, la de los súper héroes y la de los geckos, se dirigía con timidez aparente hacia el otro ventanal. Aventuro que en busca de otro hueco más idóneo en lo que debe considerar a estas alturas su librería particular.


 

Quizá yo tenía razón y probablemente terminó decepcionado tras ojear la otra balda y descubrir que no tenía mayor interés. Puede que si. Yo a estas alturas de mi vida estoy abierta a todas las posibilidades. Puestos a disparatar, se me ocurre que de repente escuchó nuestros comentarios. Sea como fuere, esta otra repisa es más interesante. Todos los volúmenes son de fotografías del mundo y además algo historiados. A mi modo de ver, mucho más entretenidos. 


 

Lleva días afincado allí, y es que ver el mundo a través de espléndidas imágenes es una manera estupenda de pasar el rato entre cacería y cacería, y yo estoy encantada porque mantiene a raya a las hormigas y demás insectos. Por mí puede quedarse aquí alojado como si de un hotel se tratase.



miércoles, 4 de septiembre de 2024

Pasar página

Regomeyo.- Esa sensación de resquemor, de desazón o desasosiego, de malestar físico que no llega a ser verdadero y que no se revela al exterior.


No sé qué habrá sido de ella y por eso me ha acompañado un regomeyo durante todo el día que no me deja tranquila. En el trabajo, ando preocupada y no se me va de la cabeza, me aflige un ronroneo sordo que me aturde. Hace días que no tengo noticias suyas... pero es que tengo tanto trabajo que regreso a casa rota y sin ánimo de nada. Lo último que recuerdo es que me pareció que alguien la había golpeado y su teléfono interrumpió la llamada en mitad de la conversación. No se nada más, era de noche y el cansancio me pudo, y que me perdonen pero me quedé dormida.

Aleluya, por fin es viernes y esta noche podré prestarle toda mi atención. 

A mi entender ella tampoco sabe muy bien lo que pasa... le parece que esta acostada en algo así como una mesa, y no se puede mover.

Cuando creí que al fin lo iba entendiendo, de repente, se quedó todo en silencio y a oscuras.


A la mañana siguiente, el libro estaba junto a mí, sobre la cama y boca abajo, abierto sobre una página cualquiera, y el marcapáginas en el suelo, perdida toda utilidad como un ángel caído.

Tendré que releer por encima un poco, para llegar por donde iba anoche antes de quedarme tiesa, sacar de ese horror a la protagonista que me tiene en vilo y pasar página.

martes, 4 de junio de 2024

Respeto al tiempo

 A veces me pregunto qué pensaran de nosotros los mayores, cuando por serlo, los tratamos con condescendencia. Como si por llegar a la vejez se hubieran vuelto ineptos, y su experiencia no tuviera valor. Como si por ser más lentos de reflejos, fueran incapaces de tomar decisiones.

 


El calor cargado de humedad, envuelve el cuerpo en una sensación pegajosa. Sin embargo, al señor con sombrero que está apoyado en la pared por fuera de la farmacia, mientras su hijo se ocupa de adquirir sus medicinas, no parece afectarle. Tiene 101 años y de momento su mente sigue todo lo ágil que la vejez se lo permite, y el cuerpo, salvo leves catarros como ahora, también va respondiendo.

Una señora pasa junto a él y le hace un leve saludo con la cabeza a lo que él, caballeroso, responde levantando levemente el sombrero. Ella deja tras de si un suave aroma a retama. Y él sonríe y su cabeza se transporta al instante al pasado.

Lo que no pudo ser pero casi fue. Ese pensamiento cruza su cabeza como un relámpago. Aquellas tardes luminosas de miradas de soslayo. Frases breves que lo dicen todo sin apenas decir nada y risas contenidas en muecas felices.

No pudo ser, pero le hubiera gustado tenerla como compañera.

Hace tiempo se volvieron a encontrar, ella casada, sin hijos y él casado y con descendencia. Y después de aquella breve conversación ya no supieron de qué hablar, y de nuevo el adiós, incómodo, se interpuso entre los dos.

Nuestra historia pasa girando como una rueda en una jaula de hámster, siempre en movimiento aunque a veces nos parezca que se ralentiza. Mejor sonreír a la mañana y recordar los buenos ratos, que siempre hay alguno. 

 


 


 






sábado, 4 de mayo de 2024

Semillas

¿No te dan ganas a veces de tener súper poderes para hacer desaparecer las injusticias de un plumazo? A mí me pasa cada vez más a menudo. No soporto a los frescos o frescas que van por la vida pisoteándolo todo y a todos-as sin miramientos, y que encima piensan que el resto somos idiotas por cumplir con las normas cívicas o por respetar lo ajeno.

Amanecía, y los defensores de palacio, corrían de un lado a otro con sus cascos puestos, esquivando las columnas como elefantes furiosos y temiendo que rodaran cabezas. No se sabía cómo, pero alguien había instalado sin permiso, una carpa junto a la entrada de palacio. También había un reguero de semillas y unas pequeñas setas que habían crecido de la noche a la mañana, y que los pájaros picoteaban. Los que comían las semillas no podían dejar de comer, y los que picoteaban las setas se comportaban de un modo extraño. De manera que los pájaros entretenidos como estaban, no cantaban como todas las mañanas, y eso iba a enfurecer a su caprichoso líder.

 

La soldadesca intentaba poner orden sin nada de éxito, pues los animales salvajes no entienden ni de leyes, ni de normas, así que todos sus intentos caían en terreno estéril.

A todas estas, y supongo que debido al alboroto, salió de la carpa un ser pequeño y flaco que dando dos fuertes palmadas dispersó a los pájaros, que se subieron a los árboles y se pusieron a cantar como todas las mañanas. Entonces el hombrecillo fue animando a los aldeanos a comer, pues de todos era sabido, que ese país padecía una terrible hambruna. Las personas que probaban los granos, quedaban saciadas y nutridas, y todos bendecían y agradecían al recién llegado por su generosidad. El personaje fue sacando pequeños sacos de semillas a los que les añadía una seta y al instante los granos empezaban a germinar. Entonces empezó a repartirlos entre la gente que escuálida y temerosa, se había acercado. De manera que maravillados, cogían el saquito de aquellos cereales mágicos que les ofrecían y se encaminaban a los huertos para sembrarlos.



El capitán de la guardia por si acaso, mandó apresar al hombrecillo y lo llevó a palacio para que el tirano que los gobernaba, que era un ser glotón y obeso, se pronunciara al respecto. El pequeño personaje ni se inmutó cuando se lo llevaron a la fuerza. Era un ser extraño, casi etéreo, y llevaba una capa verde lima sobre sus huesudos hombros, que le daba cierto aspecto de insecto palo o de mantis religiosa.

El adalid tras la explicación de lo ocurrido, exigió que le trajeran de inmediato semillas para probarlas, pues consideraba que todo lo que estaba en su reino era suyo. Pero en cuanto empezó a saborearlas, como ocurrió con los pájaros, ya no pudo parar de comer, de manera que cuando su cuerpo no lo resistió más, y ante la mirada atónita de su séquito, explotó.


 

El jefe de la soldadesca, tras recuperarse del susto, pensó que el pueblo no se podía quedar sin dirigente alguno, de manera que para evitar que surgiera otro dictador, le propuso al señor Palo Lima que gobernaran juntos hasta que se pudieran celebrar unas elecciones democráticas. Uno defendería el castillo y las tierras de los campesinos (que se repartirían), y el otro haría lo necesario para que entre todos, el pequeño reino prosperara y no se volviera a repetir la hambruna. Y así fue como el pueblo rebautizado como “Semillas” salió adelante, aunque no siempre fue fácil.

Nunca se supo de donde vino el señor Palo Lima, ni de donde sacó las semillas mágicas, pero con el tiempo, a nadie pareció importarle.





jueves, 4 de abril de 2024

La historia de un milagrito

Nacemos sin elegir dónde , ni cómo seremos, al menos de momento. De todas formas, y en el mejor de los casos, estas opciones las elegirán siempre otros por nosotros; o bien, podría también ocurrir, que todo se dejara en las manos del azar, la suerte o la casualidad. En cualquier caso, tras estas posibilidades, a unos nos tocará vivir en el lado luminoso, y a otros en el lado oscuro.

No recuerda haber subido jamás a un coche. Empieza a caer la tarde, y se encoje en el asiento de atrás como un ovillo, insignificante, temblando de miedo, casi mimetizada con el color del sillón.

De pronto el coche se para, abren la puerta y la lanzan sin miramientos lo más lejos que pueden, y siguen su camino. Por suerte hay mucha hierba y eso amortigua el taponazo. Está vieja, cansada y tiene algunos huesos mal soldados de los golpes recibidos sin saber muy bien por qué, de manera que le duele todo.

Por instinto de supervivencia y haciendo un esfuerzo enorme, se aleja de la carretera cojeando. Hoy no ha comido. En el interior del monte la hierba es más alta y la envuelve por completo. Esa sensación le gusta, igual que sentir la brisa. Tras deambular siempre en el sentido de la pendiente, cae desfallecida bajo un árbol y se duerme.

 


Amanece temprano y lloviznando. Está empapada y desorientada, pero emprende el camino siguiendo la cuesta porque es más fácil bajar que subir. De vez en cuando descansa y dormita. Tiene mucha hambre.

Los días se suceden sin encontrar a nadie. Ya ni siquiera tiene hambre. Ha perdido la noción del tiempo y apenas puede dar dos o tres pasos sin caer rendida.

Y de nuevo el sol se esconde para mirar hacia otro lado. El animal tropieza y cae en un hoyo como hecho a su medida. Ya no puede más, así que se enrosca aterida. Pronto el rocío empezará a mojarlo todo.

De repente siente que algo se acerca y la invade el pánico que se presenta negro y de ojos brillantes. Pero ella está tan débil que se tambalea cuando intenta ponerse de pie y de su garganta apenas salen débiles quejidos, de manera que se rinde a su suerte.

-Lucho, Lucho, ven, ¿qué haces?- Pero el animal, feliz ante el hallazgo, no hace caso a las llamadas y mueve entusiasmado el rabo.

-Mira, es una perrita. La pobre. Está esquelética. No lleva collar y parece viejecita.

-No podemos dejarla aquí, se morirá de hambre y de frío. Me voy a acercar a ver si no es agresiva.

La perra se deja hacer, resignada, con ojos cargados de tristeza, ignorando que como en los cuentos de hadas, repletos de buenos hechizos, su vida acaba de dar un vuelco.

Para su sorpresa, las dos mujeres le hablan con cariño, la arropan, trasladan, bañan y secan, y la ponen abrigada, en una casita confortable; y junto a la misma, agua y comida. Temerosa y débil come y bebe hasta quedar saciada. Cuando se tumba, se estremece al sentir que le ponen una manta por encima.

 

Después de todo, puede que los milagros existan, piensan sus rescatadoras, y por eso, deciden llamarla Mila.



domingo, 4 de febrero de 2024

Ataque de obsolescencia

Nos cuesta perder o desprendernos de aquello que amamos, y sentimos rabia cuando nos lo arrebatan. Eso de que exista un límite para que las cosas se estropeen me parece sumamente injusto, no sólo para quien se queda sin ello, sino también para el planeta. 


Yo que estaba tan contenta con ellas... pero mi alegría se esfumó, como se pierden las ilusiones cargadas de inocencia.

Tenían un par de años y quizá podía haberlo evitado de alguna manera, pero no se me ocurre cómo.

Regreso apresurada a casa, en parte porque llueve racheado, pero sobre todo, porque quiero averiguar qué pasa.

Me descalzo tras entrar chapoteando. Siento los pies húmedos, y me acomodo en una silla, abatida, para cerciorarme de lo que ya se, que tengo los calcetines empapados.

Mi siguiente paseo lo haré cuando deje de llover, hacia el contenedor de los plásticos, para lanzar en él, mis queridas botas de agua que inexplicablemente, tienen unas grietas en los laterales del empeine. Supongo que a las botas de agua también les ataca la obsolescencia programada. Qué rabia da perder las cosas de las que nos enamoramos.

jueves, 4 de enero de 2024

Silencio

Asocio diciembre y enero como unos meses cargados de bulla, como el sonido que produce la lluvia cuando cae con fuerza, o la tele cuando no sintoniza ningún canal; y me ha dado por pensar en justo lo contrario, en esos silencios que pululan a ratos, en la intimidad del hogar.  

En esta ocasión el texto va dedicado a mi compañero Ángel, por ser como es, aventurero, solidario, amante, crítico, lector, amigo, trabajador, empático, cariñoso... y la lista seguiría.

Gracias a todos y todas por leerme. Alegres Reyes y salud para este 2024. Deseo repartir al mundo la felicidad, pero se me queda un poco grande. Y además creo, que cada uno debe trabajar sus propios méritos para alcanzarla, sin ponerse la meta muy alta.


No es una contradicción

pensar en el sonido del silencio,

pues en ocasiones se siente y se oye.

Se ama y se odia.


Unas veces palpita en soledad,

como cuando sales

y la casa siente tu ausencia,

y parece que resuenan tus pasos por la escalera

pero no eres tú, sólo tu sombra.


Otras, el silencio es sonrisa,

y lo sientes como risas

en mitad de la estación de pasajeros.

Como un eterno desfile de hormigas

que corretean por las manos que se entrelazan.


También es un grito de alegría,

cuando el beso adelanta al silencio

y rozas con los dedos los labios mudos,

llenos de felicidad.


A veces oigo tu voz que me llama,

y pregunto en vano al vacío

que me responde callando.

Casi no estás.


Cada día siento el silencio, lo escucho,

me enamora y me arropa

la sensación de tu presencia

y tu abrazo siempre fuerte.


Y es que me gusta el titilar silencioso

que a veces nos rodea,

que nos acompaña y enlaza,

porque es hermoso.

A ti, que siempre estás.

lunes, 4 de diciembre de 2023

Navidad 2023_24

 

Llevo años adquiriendo o realizando, con los objetos más dispares, pequeños adornos navideños como recuerdo de los lugares que visito. En ocasiones no han sido diseñados para este fin, pero yo les pego una cinta y así los transformo para poder colgarlos del árbol de Navidad. Al llenar el árbol de vivencias, lo miro con otros ojos. Y es que cada pequeño detalle tiene su propia historia.

Parece que todo sigue igual pero todo cambia.

¿No te da la sensación de que cada Navidad es igual? Celebramos lo mismo año tras año. Visitamos y vemos a los mismos amigos, vecinos, familia o conocidos, salvo en contadas excepciones en que añadimos un miembro nuevo a nuestro entorno. Usamos los mismos adornos e incluso algunas personas los colocan en el mismo lugar que lo hicieron las pasadas fiestas...


Pero también esta celebración es distinta al mismo tiempo, y me ratifico, porque también todo cambia en la monotonía del festejo, así notamos la ausencia de caras conocidas y amadas de quienes están ausentes. Y nos damos cuenta de lo grande que están los nietos o los sobrinos y somos conscientes de que los hijos han dejado atrás la inocencia. Y al mirarnos al espejo de la memoria, pese a todo nuestro esfuerzo, no podemos vernos como la Noche Buena pasada, porque tras un año de vivencias, y aunque intentemos negarlo, ya no somos los mismos de ayer.

Sin embargo, y por otro lado, los pueblos siguen con sus guerras, se mata sin compasión, se pelea por asuntos ridículos, algunos codician lo ajeno y lo quieren tener a la fuerza, sienten envidia, mienten y ponen la zancadilla... pero; y hay que decirlo con mayúsculas... PERO el ser humano también tiene un lado antagónico. Es así, somos así... y somos muchos más los que amamos sin condicionantes, muchos más los que perdonan para seguir adelante, muchos más los que quieren el progreso, muchos más los que ofrecen ayuda sin esperar nada a cambio, los que respetan y sienten empatía por el prójimo.

No debemos permitir que nos hagan pensar lo contrario, pero tampoco debemos olvidar los errores o el daño causado, pues así podremos evitar que se repitan las injusticias. Y es que recordar es bueno, aunque no siempre sea agradable, porque nos hace más fuertes y nos pone los pies rozando el suelo. 


Si existe un lugar en el tiempo en el que prácticamente todas las razas, credos y países se reúnen para celebrar comidas con sus congéneres o para despedir el año, es el de estas fiestas. También es el momento de proclamar infinidad de deseos, y yo no voy a ser menos, de manera, que cuando veamos sobretodo la ilusión en la cara de los niños o de los que no son tan pequeños pero viven con sorpresa cada minuto... ojalá que nuestra alma pueda ponerse de puntillas para casi flotar, quedando suspendida en el aire, aleteando como los pajarillos que están aprendiendo a volar, y lleguemos a alcanzar ese cosquilleo maravilloso que produce la fascinación. Y ojalá que también nos ilumine la paz, como hacen las estrellas, que como chispitas de colores llenan la cúpula estelar.

Y es que cada momento vivido ni es, ni será nunca igual y en nuestra mano está el poder mirarlo con una sonrisa, con amor e ilusión y con empatía, que debería de ser la Reina Maga de estas navidades.

Felices fiestas a todo el mundo mundial.





sábado, 4 de noviembre de 2023

Ratas y conejos

Dicen que los ciclos se repiten y que tras una temporada sin conflictos destacables, estos regresan para darnos un par de cachetes por haber bajado la guardia, por barrer las injusticias y meterlas bajo el felpudo, por mentir sin sonrojarnos o por no respetar lo ajeno. El ser humano en general es noble, pero siempre, porque así se lo permitimos, existirán dirigentes insaciables y egoístas, manipuladores, sin empatía y en definitiva ruines.

La gente se había quejado en el ayuntamiento por la existencia de ratas y además, porque unos “okupas” se habían adueñado a ratos, de los restos de lo que fue un cuarto de aperos. Aunque por lo que yo pude ver alguna vez, sólo eran adolescentes que esporádicamente tonteaban con el tabaco.


 

De manera que las máquinas llegaron una mañana temprano en plena ola de calor y se pusieron a arrancarlo todo con avidez, sin parar. Levantando una polvareda irrespirable y tiñendo el paisaje del color de los botijos. A media mañana ya habían terminado. Incluso lo allanaron. Sólo respetaron dos naranjos, la higuera y unos cuantos almendros que hay allá lejos, junto a la linde con el otro terreno, al final del sendero.

Han vallado la mitad y se han ido con el mismo ronroneo con el que llegaron.

 

Ahora de la tierra rojiza y reseca sobresalen esporádicamente como estandartes ajados, rotos y sucios, varas muertas de lo que fueron zarzas, retama e hinojo silvestre. Sólo eso queda en pie, eso y marcas de grandes ruedas de tractor y de camión.

Ahora la visión de la zona nada tiene que ver con la de ayer. Eso si, el terreno luce inmenso y despejado. Desaparecieron las ratas que habitaban en el zarzal, pero también los conejos y una infinidad de seres minúsculos. Tampoco hay margaritas, amapolas, ni ninguna otra flor silvestre de las que tapizaban el suelo.

 

La imagen es dantesca, como si una bomba lo hubiera arrasado todo. Bueno, lo supongo, porque por fortuna nunca he vivido nada parecido, y sólo he visto imágenes similares por la tele.

Ha pasado más de un mes y hasta de dos. Y no han vuelto, ni creo que lo hagan.

Sigue sin llover y el calor es insufrible, y sin embargo, y no entiendo cómo, las zarzas están surgiendo de nuevo del suelo, y en algunas varas de retama e hinojos, van apareciendo pequeños brotes verdes, que contrastan con el de la tierra que las envuelve como si las hubieran espolvoreado con canela. También he descubierto pequeños agujeritos de los que hacen los conejos. Señal de que han regresado y supongo que por desgracia, también lo harán las ratas. Esas eternas compañeras que proliferan porque vamos dejando nuestros residuos donde no debemos.

 

Y de momento, la vida continua pese a nuestros intentos por arruinarla. Ahora sólo necesitamos la lluvia, un pequeño empujoncito, que va llegando, pues ha empezado a llover con timidez, para que el otoño siga su curso.