sábado, 4 de noviembre de 2023

Ratas y conejos

Dicen que los ciclos se repiten y que tras una temporada sin conflictos destacables, estos regresan para darnos un par de cachetes por haber bajado la guardia, por barrer las injusticias y meterlas bajo el felpudo, por mentir sin sonrojarnos o por no respetar lo ajeno. El ser humano en general es noble, pero siempre, porque así se lo permitimos, existirán dirigentes insaciables y egoístas, manipuladores, sin empatía y en definitiva ruines.

La gente se había quejado en el ayuntamiento por la existencia de ratas y además, porque unos “okupas” se habían adueñado a ratos, de los restos de lo que fue un cuarto de aperos. Aunque por lo que yo pude ver alguna vez, sólo eran adolescentes que esporádicamente tonteaban con el tabaco.


 

De manera que las máquinas llegaron una mañana temprano en plena ola de calor y se pusieron a arrancarlo todo con avidez, sin parar. Levantando una polvareda irrespirable y tiñendo el paisaje del color de los botijos. A media mañana ya habían terminado. Incluso lo allanaron. Sólo respetaron dos naranjos, la higuera y unos cuantos almendros que hay allá lejos, junto a la linde con el otro terreno, al final del sendero.

Han vallado la mitad y se han ido con el mismo ronroneo con el que llegaron.

 

Ahora de la tierra rojiza y reseca sobresalen esporádicamente como estandartes ajados, rotos y sucios, varas muertas de lo que fueron zarzas, retama e hinojo silvestre. Sólo eso queda en pie, eso y marcas de grandes ruedas de tractor y de camión.

Ahora la visión de la zona nada tiene que ver con la de ayer. Eso si, el terreno luce inmenso y despejado. Desaparecieron las ratas que habitaban en el zarzal, pero también los conejos y una infinidad de seres minúsculos. Tampoco hay margaritas, amapolas, ni ninguna otra flor silvestre de las que tapizaban el suelo.

 

La imagen es dantesca, como si una bomba lo hubiera arrasado todo. Bueno, lo supongo, porque por fortuna nunca he vivido nada parecido, y sólo he visto imágenes similares por la tele.

Ha pasado más de un mes y hasta de dos. Y no han vuelto, ni creo que lo hagan.

Sigue sin llover y el calor es insufrible, y sin embargo, y no entiendo cómo, las zarzas están surgiendo de nuevo del suelo, y en algunas varas de retama e hinojos, van apareciendo pequeños brotes verdes, que contrastan con el de la tierra que las envuelve como si las hubieran espolvoreado con canela. También he descubierto pequeños agujeritos de los que hacen los conejos. Señal de que han regresado y supongo que por desgracia, también lo harán las ratas. Esas eternas compañeras que proliferan porque vamos dejando nuestros residuos donde no debemos.

 

Y de momento, la vida continua pese a nuestros intentos por arruinarla. Ahora sólo necesitamos la lluvia, un pequeño empujoncito, que va llegando, pues ha empezado a llover con timidez, para que el otoño siga su curso.