domingo, 4 de diciembre de 2022

Navidad 2022_23

Nos movemos normalmente ajenos a lo que nos rodea, y uno nunca sabe lo cerca que puede haber estado por ejemplo, de la muerte... un día cualquiera, a una hora cualquiera. Y es que nos creemos invencibles y vamos por el mundo convencidos de que nada malo nos va a suceder jamás. Y en nuestro afán por salir airosos de los retos diarios, en muchas ocasiones, se nos pasan los días sin levantar la cabeza para poder ver por ejemplo, las luces de Navidad.

La vecina la entretuvo con un rollo absurdo sobre la comunidad y la puso de mal humor. En cuanto pudo deshacerse de ella, salió con la bicicleta y en un arrebato de pelos al viento, no se puso el casco, y ya puestos, tampoco el chaleco refractario, total, sólo estaba empezando a caer la tarde.

 

El conductor presionó el freno varias veces incrédulo, pero no funcionó, instintivamente metió las marchas para ir reduciendo velocidad, no iba deprisa, pero el camión iba pesado y la plazoleta estaba ahí mismo.

La ciclista entró en la rotonda al mismo tiempo que el camión sin control, que tomaba la curva de la glorieta como podía, osea mal. Ella, ignorando el peligro, cogió la primera desviación rumbo a la entrada del parque que estaba allí mismo. La bestia sin frenos le siguió los pasos y terminó empotrándose, junto a la entrada del parque, en una casona desvencijada, aplastando matojos y arbustos a su paso.

Allí, unos segundos antes, los ocupas que habían estado sentados al sol se levantaban, pues empezaba a hacer fresco. Mientras, el gato que permanecía de cacería por la zona perdía la presa, pero salvaba la vida dando una ágil pirueta. El escarabajo que se afanaba construyendo una hermosa bola, sin embargo, tuvo peor suerte, pues si bien las ruedas del camión le pasaron muy cerca sin dañarlo, quedó aplastado bajo la bota del camionero que tras su aturdimiento, pálido y conmocionado, de un salto se plantó en el suelo sin entender muy bien lo que le había pasado. 

 

Todos deberían de haber bailado de alegría celebrando que permanecían vivos, pero ocurrió todo lo contrario. El camionero refunfuñando improperios, se dedicó a darle patadas a las ruedas del camión hasta que se cansó, al tiempo que los ocupas le increpaban convencidos de que los destrozos producidos en la estructura de la casa, habían sido planificados por la mano negra del dueño. Y hasta el gato, maullaba engrifado ante el susto y la algarabía de la ambulancia y la policía, que dado lo aparatoso del tortazo, se habían plantado allí casi al momento.

Ella fue la única que tras el golpetazo, asombrada y temblando, tomó consciencia del accidente del que se había librado, su malhumor había desaparecido de un plumazo y como quienes debían, lo tenían todo controlado, decidió con media sonrisa, ponerse el casco sin tentar más a la suerte y empezar su paseo entre los árboles. 

Que esta Navidad se nos llene el corazón de luz. Felices fiestas