martes, 4 de agosto de 2020

Sus manos

 

Hay ocasiones en que el buen tiempo nos pone tristes, como ocurre con la regularidad de los pesados días grises del invierno. A lo mejor es que creemos que nos falta alguien que sería dichoso compartiendo el momento, o bien, que no vemos una perspectiva válida y sentimos que desaprovechamos el verano, el caso es que pensamos que hay un vacío y por eso no somos capaces de  disfrutarlos, pero la vida jamás se repite aunque queramos a veces convencernos de su monotonía, pues cada instante es irreversible.


Cansada tras el madrugón agita las sábanas limpias para extenderlas sobre el colchón y le invade el olor a suavizante y la sensación de resol que desprenden, entonces abandona la tarea para disfrutar de la mañana con la ventana abierta. Es temprano, aunque el sol y la brisa entran ya sin reparos y los pájaros cantan animados ante la expectativa de otro día de estío.

Él se acerca y toma su mano, y ella sin apartar la vista del horizonte la presiona para grabar el tacto de su piel en la suya y no olvidar jamás el momento que los une. Su mano, las manos que conocen sus arrugas, que se enredan en su pelo cano, que la quieren sin palabras.

Suenan campanas a lo lejos, y sin hablar, los dos se apresuran como cada día para no llegar tarde al trabajo.