domingo, 4 de febrero de 2024

Ataque de obsolescencia

Nos cuesta perder o desprendernos de aquello que amamos, y sentimos rabia cuando nos lo arrebatan. Eso de que exista un límite para que las cosas se estropeen me parece sumamente injusto, no sólo para quien se queda sin ello, sino también para el planeta. 


Yo que estaba tan contenta con ellas... pero mi alegría se esfumó, como se pierden las ilusiones cargadas de inocencia.

Tenían un par de años y quizá podía haberlo evitado de alguna manera, pero no se me ocurre cómo.

Regreso apresurada a casa, en parte porque llueve racheado, pero sobre todo, porque quiero averiguar qué pasa.

Me descalzo tras entrar chapoteando. Siento los pies húmedos, y me acomodo en una silla, abatida, para cerciorarme de lo que ya se, que tengo los calcetines empapados.

Mi siguiente paseo lo haré cuando deje de llover, hacia el contenedor de los plásticos, para lanzar en él, mis queridas botas de agua que inexplicablemente, tienen unas grietas en los laterales del empeine. Supongo que a las botas de agua también les ataca la obsolescencia programada. Qué rabia da perder las cosas de las que nos enamoramos.