viernes, 4 de agosto de 2023

Las escaleras

Este mes es el de vacaciones obligadas para parte de la población, pues muchos negocios, establecimientos e instituciones echan el cierre o se mantienen bajo servicios mínimos, y es que nuestro país agotado y sudoroso tras el tórrido julio, necesita un respiro para soportar el mes de agosto. Y aunque no todos tienen la suerte de poder irse de vacaciones, la mayoría al menos, adapta sus circunstancias a la mejor manera de trampear el calor y gozar del tiempo libre.


Subió por la escalera a oscuras, tanteando los escalones para no tropezar. Hacía calor, aunque afuera retumbaban los truenos y llovía con fuerza. El bochorno allí dentro hizo que la camiseta se le pegara al cuerpo. Tenía la boca seca. Olía a cerrado.

Casi al final de los peldaños una luz muy tenue se colaba por los tablones que tapiaban la ventana del descansillo. Formaba pequeños haces de luz donde motas de polvo flotaban ingrávidas. Si no fuera por el olor a humedad podía resultar hasta hermoso. 

 

Continuó despacio, aunque sus ojos ya se habían acostumbrado a la penumbra, y conteniendo apenas la respiración siguió con precaución. Todo daba la sensación de pegajoso y sucio. Los últimos escalones crujían aunque los pisaba con sumo cuidado.

Llegó al rellano sudando. Asió con fuerza la pistola antes de empujar despacio la puerta de la derecha. Miró con avidez apuntando en todas las direcciones, con los brazos extendidos.  No había nadie. Se giró y repitió la misma operación, sabiendo que ahora no iba a tener tanta suerte. No había terminado de abrir la puerta, cuando se abalanzó sobre él una especie de zombi. Reaccionó como lo había hecho otras veces y con el susto en el cuerpo, le disparó cuatro tiros. Ambos cayeron al suelo, uno encima del otro. Nunca se acostumbraría a esto.

 

De pronto, todo se iluminó y se oyó por megafonía una voz . -Toma buena, perfecto todooo- Y la muerta viviente se levantó del suelo sonriendo, le dio la mano murmurando algo y bajó las escaleras pidiendo un cigarro y un café. Él, tras un instante de perplejidad, se sacudió el polvo de la ropa y mientras bajaba las escaleras ya sin miramientos, pidió una botella de agua fría al primero que se le acercó.