domingo, 4 de agosto de 2019

Bulla

El ruido, los bocinazos, el taconeo de la del piso de arriba, los ladridos del perro del vecino, o el tostonazo de música de los de enfrente, van angustiando nuestro estado de ánimo y añoramos fervientemente el silencio más absoluto; pero cuando el mutismo se desliza por las paredes como las sombras en un mal sueño, deseamos que nos saque de la mudez, incluso el zumbido monótono del motor de la nevera o el parloteo incansable del televisor.

Con cara de pocos amigos se asomó insolente por la ventana, y sacó los rechonchetes brazos moviéndolos con brusquedad, al tiempo que gritaba a los insoportables monos pidiendo silencio.

Se giró para coger las gafas de mirar hacia el horizonte, el mar se agitaba frenético, como si en el ambiente fuera propagándose la irritación, también las copas de los árboles se balanceaban como el oleaje, al son de los nerviosos monos que no dejaban de saltar y chillar.


Aunque tenía algo de sobrepeso, bajó la escalera con rapidez dando resoplidos, recogió el hacha y los guantes a rayas que descansaban sobre el banco de la entrada y abrió con agresividad la puerta. Esos monos se iban a enterar. Pero en cuanto dió un par de pasos supo que pasaba algo raro. El miedo susurraba entre la hierba, y los monos se habían llevado la escandalera con ellos, dejando flotar entre las ramas un titilante silencio.
Cerca, bajo la sombra de los árboles había un montón de serpientes, que altivas, amenazaban con morderle, defendiendo el terreno que ahora consideraban suyo. 


No lo pensó dos veces, si lo hubiera hecho jamás se habría atrevido a enfrentarse a ellas, así que emitiendo fuertes alaridos, -Ahhh. Ahhh. Aaahhhhh- con ayuda de el hacha y una larga rama, consiguió alejar a los reptiles que a regañadientes y zigzagueando sobre el suelo, se alejaron de aquel tío tan escandaloso.


Y como si presintieran que la amenazaba ya había pasado, tímidamente los monos que siempre le ponían tan nervioso, regresaron a la copa de los árboles, y de nuevo comenzó el cuchicheo y los aullidos, pero ahora ya no le molestaban. Ahora sabía, que aquella bulla le indicaba que todo iba bien.