domingo, 4 de abril de 2021

La culpa la tiene el viento de abril

Muchas veces he escuchado lo de “yo no creo en las casualidades”, pero supongo que los incidentes o sucesos con los que nos tropezamos de improvisto en más de una ocasión, pasan porque sí, porque tienen que pasar, sin necesidad de darle más vueltas, aunque nos resulta más grato buscarle una razón de ser.

El viento de abril dejó una pelota ante la puerta de casa, aquí, donde nada hay y nunca llega nada, ni los catálogos de Ikea.

Al principio me desconcertó bastante. Estaba muy usada. Quizá el dueño la buscaba. No, demasiado pequeña , de manera que su dueño también lo sería o no; puede que perteneciera a un adulto pervertido que la usaba para atraer a los niños. Es amarilla, llama la atención. O tal vez era de una señora que en casa, cuando está sola, juega con ella rememorando esa sensación de juventud que nos aporta el bota, bota. Por otro lado, también podía pertenecer a un nervioso ejecutivo que como terapia tranquilizadora, la usa para tirar con ella a una pequeña canasta situada junto a la ventana.

Puede que la perdiera algún vecino, pero el caso es que vivo en un lugar apartado, sin casas cerca. Ya sé, a lo mejor se les cayó fuera del coche a unos adolescentes que se la lanzaban unos a otros en el interior del vehículo, con lo peligroso que es eso. Qué desfachatez. Pero no, tampoco queda cerca la carretera.

Estoy haciendo un esfuerzo mental por buscarle un origen. Nadie debe estar desarraigado, tampoco una pelota, siempre de bote en bote por el mundo. Además, seguro que a llenado los ratos de vacío de alguien y eso es importante, con ese propósito las fabrican pienso yo.

Si el viento la dejó en mi puerta será por algo. Qué cosas más curiosas suceden, pero me ha generado un problema. No quiero ser un desaprensivo, aunque ya se me pasó la edad de jugar con la pelotita, o no. Sí, no tengo ánimo. El caso es que el perro la mira con ojos golositos. Se la voy a lanzar a ver qué pasa.

Me da vergüenza ajena. La ha roto en un pis pas. Sin remordimientos. En fin, quién fuera perro. No tiene culpa. La culpa la tiene el viento de abril.