jueves, 4 de marzo de 2021

Tormenta y fantasmas

Seguro que alguna vez has sentido una presencia extraña cerca de ti: Fantasmas, almas errantes, espíritus... A mí me ha pasado un par de veces a lo largo de mi vida y siempre he buscado una respuesta racional, pero entiendo que no todos pensamos igual.

Anoche fue una de esas noches en las que el ánimo y las inclemencias del tiempo se aunaron para enredar los pensamientos y las sensaciones. Y aunque hoy luce el sol pues la tormenta pasó, aun siento escalofríos y no estoy muy segura de si es por el frío.


Los cristales de la ventana se mueven agitados como si un ente la agarrara y sacudiera con fiereza. Los espíritus del viento aúllan contrariados por encontrar resistencia a su paso, y como si bailaran frenéticamente alentados por grandes trolls, arrancan árboles, vallas y rompen postes y cables, dejando la casa y a nosotros inmersos en la oscuridad. A tientas buscamos velas y con la luz tintineando tímidamente entre las sombras, cenamos sándwiches y charlamos para pasar el rato.

Las llamas cargan un misterio con ellas- cuenta mi padre- y danzan siempre inquietas porque les acosan en la punta de la lengua los secretos ajenos. Cuando entra alguna corriente de aire pugnan por escapar, pero amarradas como están no siempre pueden. Sólo si alguna chispa consigue saltar se propaga el ardor sobre cortinas y muebles, y eso pasó en la casona de enfrente. Una noche como esta la lumbre corrió como si la persiguiera el mismo demonio mientras los habitantes de la casa dormían. Cuentan que sus almas siguen entre esas paredes, lamentándose y preguntándose por qué. Y cuando hay tormenta, se oyen los gemidos desconcertados de aquellas vidas que perecieron porque alguien se olvidó de apagar una vela. -Nos quedamos todos en silencio pensando en la desgracia ajena y en por qué pasan estas cosas sin sentido alguno. Un fuerte taponazo, de una persiana mal cerrada, nos dejó con el estómago encogido, y pendientes de los ruidos que no eran pocos, se nos acabaron las ganas de seguir parloteando.

De camino hacia las habitaciones mi hijo cogió un par de juguetes para que le acompañaran en la cama. Pero antes de subir las escaleras se paró y dijo: Mami, mira detrás, a mi espalda, para ver qué hay. -Le pasé la mano por la espalda con dulzura y le besé sobre la cabeza. -No hay nada cariño. -Era por si había algún fantasma. -Nos dijo.

La respuesta nos dejó estupefactos, y en ese instante regresó la luz y nos apresuramos a apagar las velas para no tentar a la fatalidad.