sábado, 4 de diciembre de 2021

La magia

Somos magia, seres especiales, y por eso únicos e insólitos.

Felices Pascuas a todos y todas, junto a un fuerte abrazo para los palmeros, que este año lo están pasando tan mal y para aquellos que de alguna manera se sienten desamparados o desamparadas. 

No debemos olvidar que cada día es un comienzo, de manera que a luchar por un próspero Año Nuevo.

 

Los dos hermanos contemplan emocionados los pósteres que su tía les ha traído de recuerdo de su último viaje. En uno se ve un magnífico Galeón Flamenco del siglo XVI y en el otro una Carta Portulana que se usaba en la navegación medieval, con todos los detalles que eran capaces de hacer entre los siglos XIV y XV.

Al hermano mayor la Carta Portulana le parece aburrida y fea y hasta de colores sosos; pero al contrario, el Galeón le parece una maravilla pues le recuerda los tiempos estoicos de la piratería, repletos de aventuras. Además, está seguro de que en cuanto sus colegas lo vean pegado en la pared de su habitación, será la envidia de todos.

 

Siempre deja elegir primero al pequeñajo, pero en esta ocasión, de verdad que desea con fuerza el cartel del Galeón, de manera que le dice, que la Carta de navegación en verdad es un mapa mágico. El pequeño mira el póster fascinado y volviéndose hacia su hermano con la Carta Portulana en las manos, le da las gracias por dejarlo elegir y sale disparado hacia su habitación.

En su cuarto, el pequeño, extiende el mapa sobre la peluda alfombra y acostado boca abajo empieza a observarla buscando indicios de su magia.

Y el hermano mayor se queda con esa sensación amarga que dan las victorias obtenidas mediante el engaño, pero que se sacude pronto.

El póster del Galeón Flamenco es un éxito entre los amiguetes, aunque no tanto como había esperado, y cuando los chicos se van, él se siente incómodo por haber engañado a su hermano y porque en toda la tarde no ha aparecido por su habitación. Así que se va a verlo.


 

Lo encuentra jugando ilusionado con pequeñas piezas sobre el mapa, y el niño enseguida le pasa un pequeño personaje y lo invita a jugar con él, entre los puntos mágicos que hay en la Carta. Y le cuenta, señalando con el dedo sobre el papel, que tiene vías para acceder a puertos, te avisa de peligros, bancos de arena, arrecifes y dónde fondear tu barco; y además, mamá me explicó, que estas líneas de aquí forman la “rosa de los vientos”, que no sé lo que es, pero suena fascinante.

El hermano mayor sonríe, mientras le sigue el juego. Y piensa que estaba totalmente equivocado, porque está claro que la magia puede encontrarse en cualquier parte, sólo hay que creer en ella.

jueves, 4 de noviembre de 2021

El duelo

Y de pronto en el autobús, un conocido te habla sobre un trabajo y tu vida a partir de entonces da un giro tan grande, que jamás habrías sido capaz de imaginarlo; y es que, aunque nos gusta hacer planes, el porvenir, cuando se acerca de repente, nos va derrumbando nuestros proyectos caprichosamente; y lo que pudo ser ya no es y lo que es, no era lo planeado. No obstante y porque somos de esa condición, seguiremos con empeño luchando por aquello que deseamos sin rendirnos jamás.

No era el hombre de su vida -pensaba mientras alguien le estrechaba la mano en el velatorio- Estaba afligida sí, incluso sorprendida por el dolor que sentía, o ¿era rabia? Desde luego le hubiera gustado compartir su vida con otro, pero no obstante, no cambiaría a sus hijas por nada y ellas eran parte de él.

Y es que llegado el momento no pudo elegir, sin embargo, físicamente no fue maltratada como tantas otras en sus mismas circunstancias, aunque sí se sintió desdichada y al principio le resultó muy duro, pero en cuanto asumió su vida sólo tuvo que dejarse llevar. Él -diez años mayor- fue paciente y bueno a su manera, porque estaba claro que había sido un egoísta. Podía haberlo abandonado, pero por aquel entonces no tenía el juicio suficiente, luego llegaron los embarazos y la vida como un torbellino la sacudió de un lado a otro, y más tarde vino la enfermedad y un día pasó al siguiente y así hasta la fecha.


Nunca se enamoró de él aunque llegó a sentir cariño. Sin embargo, ella para él, lo fue todo. Él se fijó en ella desde la primera vez que la vio siendo aún una adolescente y así se lo hizo saber una tarde de otoño, tras haber tratado “el asunto” con sus padres, que decidieron sobre su futuro sin preguntar. En ese momento ella sintió que como un árbol se deshojaba de repente, que sus hojas caían junto con sus ilusiones sobre sus pies, arrugando el suelo, quedando desnuda ante el frio que bajaba desde la sierra, y que de pronto y muy a su pesar, el viento arrastraba lo que le quedaba de inocencia. Y a solas, entre lágrimas, maduró como lo hacen los erizos de las castañas tras acabar el verano.

Siempre soñó con otra vida, no sabía si mejor, pero sí distinta. Divagaba, sobretodo cuando estaba a solas, cuando miraba cómo pasaba la gente bajo la ventana, o cuando el silencio en la casa era pleno. Pensar en otras decisiones, otras vacaciones, otra casa, otro hombre, eso le ayudaba a superar los malos ratos, la angustia que trepaba en ocasiones desde su estómago, le oprimía el pecho y le subía hasta la garganta hasta casi asfixiarla. Esos malos ratos en los que quería llorar sin saber bien por qué y andaba escondiéndose por los rincones en busca de intimidad. Pero ser mujer en su juventud era vivir bajo el yugo masculino o al menos era lo que le habían echo creer. Ahora por suerte la vida era distinta. Sus hijas por ejemplo, habían podido elegir siempre y ellas por ese lado se sentían plenas.


Quizá estaba mal, estando él de cuerpo presente, desgranar sus recuerdos ahondando en sus sentimientos. Ni su cara ni sus ojos reflejaban nada más que cansancio, y los que se acercaban a darle el pésame desconocían por completo lo que la agitaba por dentro, y debido a las circunstancias no se veía en la obligación ni de escuchar, ni de contestar. Un asentimiento con la cabeza, murmurando un gracias bastaban para corresponder.

Andaba más cerca de los setenta que de los sesenta y quizá fuese demasiado tarde para cumplir los sueños, pero aún así, ahora sentía que era capaz de avanzar. Toda su vida trabajó duro y no le debía nada a nadie, de manera que dijeran lo que dijeran el resto de los mortales, mañana empezaría pasito a pasito a ser ella misma y seguiría así mientras le quedara vida por delante

lunes, 4 de octubre de 2021

Mirlos y dragos

El otoño, como ocurre con el resto de las estaciones, se abre paso según los días avanzan y sin darnos cuenta, una mañana, como si nos hubiéramos despertado de un ensoñamiento, nos vemos inmersos en un mundo de suelos dorados en paisajes acolchados de hojas caducas, nidos de pájaros, charcos, cielos grises y naranjas, y frutos maduros.

Me da que aquel pájaro quería decirme algo, primero y para mi desesperación, le dió por escarbar de forma ruidosa revolviéndolo todo y esturreando la tierra a diestro y siniestro con mi consiguiente enojo, pero con el paso de los días cambió de estrategia y empezó a posarse en las macetas o en cualquier planta donde otear sin disimulo. Tenía muy claro que nuestro jardín formaba parte de su territorio. Desde esos lugares lo veía mirarme desafiante mientras hacía sus heces.

Después de unas semanas en la que siguió fiel a sus citas, apareció en el suelo, bajo uno de sus posaderos, una pequeña planta que no estaba allí antes, tras observarla bien, tuve la certeza de que se trataba de un pequeño drago (Dracaena Draco), de manera que lo arranqué con cuidado y lo subí a Montaña Pelada, que hace honor a su nombre, y es donde llevo todos los días a pasear a mi perro. Allí armada con una pala de jardinero hice un hueco y lo planté en el lugar que me pareció más apropiado para esta gran planta arbórea y lo regué con ayuda de la botella de agua que llevo siempre.

 
 

Para mi sorpresa, al cabo de un par de semanas, bajo un arbusto donde he visto también posado al mirlo en más de una ocasión, surgió de la tierra otro drago y pensé que eso no podía ser casualidad. Pero en fin, se debiera su nacimiento a causas provocadas por el azar o no, repetí el proceso de replantación, teniendo en cuenta el gran tamaño que pueden llegar a alcanzar tanto de alto como de ancho, y por tanto, el espacio necesario que debe haber entre las plantas.

La otra tarde, de nuevo me quedé boquiabierta cuando estaba regando el jardín. Ya se lo estarán imaginando, llegó el mirlo, se posó sobre el gran rosal de enredadera y se puso a cantar haciendo variaciones melódicas como sólo estas aves saben hacerlo, luego hizo sus deposiciones y se marchó. Yo como hago siempre que lo veo fui a echar agua en la zona y fue entonces cuando lo descubrí, otro draguito asomaba sobre el picón (lapillis). Así que de nuevo arranqué con cuidado la planta y la subí al monte. A este paso, el lugar, dentro de unos cien años se habrá transformado en un bosque de dragos. Son de muy lento crecimiento, para que consigan alcanzar un metro de altura, necesitan por lo menos diez años, de manera que yo nunca podré disfrutarlo en todo su esplendor, pero tampoco me importa. Ahora me siento responsable y procuro regarlos, también los he protegido con cardos secos, porque al primero que planté, los conejos casi lo dejan sin hojas. Ahora se está reponiendo. Creo que con un poco de suerte y mis cuidados, prosperarán.

Hoy el mirlo ha venido con su compañera. Quizá me la quería presentar, me observaban de reojo, aunque hacían como que me ignoraban. Han estado buscando insectos y al rato se han ido. No han vuelto a aparecer más dragos, supongo que la aportación por su parte de traer tres dragos al mundo le habrá resultado suficiente, y además, digo yo, que ahora debe ocuparse de su propia prole, en cualquier caso, yo sigo con ilusión atendiendo el bosquecillo de dragos de Montaña Pelada.

sábado, 4 de septiembre de 2021

Quizá sea cosa de la luna.

Siempre, desde pequeña, me atrajo la luna. Por las noches, en casa, es raro el día que no salimos a la terraza a contemplar hipnotizados la cara que nos enseña, llena de mares oscuros, cráteres y montañas, y siempre acompañada por infinidad de estrellas en esa inmensidad negra del firmamento. Es un momento de relax, sin ruidos más que el cantar lejano de los grillos. Entonces respiramos hondo y nos empapamos del olor a hinojo que trae la noche.

Querida tía:

No tengo muchas novedades, salvo que la calle tras los días de tormenta, ha quedado si cabe, más destrozada de lo que ya estaba. Me he fijado, ya sabes que reparo en las cosas más peregrinas, que en el asfalto han aparecido nuevos rotos que unas veces se deslizan por el suelo formando la imagen de un rayo, y otras, forman cráteres con piedras sueltas que saltan catapultadas, cada vez que una rueda les pasa por encima. Reconozco que ahora tiene un encanto decadente que a mí no me molesta y que me gusta fotografiar.

A estas horas, en esta tierra insólita, al sol aun se siente calor y frío al mismo tiempo gracias al aire fresco que baja de la montaña nevada. La atmósfera luce limpia y el olor a petricor envuelve el ambiente.

La pareja de la que te hablé no hace mucho, ha regresado a su cita. Yo los miro como hago habitualmente desde hace un tiempo, empapándome de la serenidad que desprenden. Supongo que a ellos no les molesta que los observe, quizá ni se sientan observados estando tan absortos en su mundo. Como te comenté, vienen algunas tardes y se sientan en unas piedras que hacen de banco entre la calle destartalada, el monte y el mar que se ve a lo lejos. Apenas hablan y así esperan tranquilamente a que llegue el ocaso y aparezca la luna, entonces se levantan, se abrazan durante un rato y cogidos de la mano se dirigen hacia su casa. No sé qué les lleva a repetir esa especie de ritual, quizá simplemente celebran llegar juntos al final de otro día, quizá les gusta tomar el fresco sentados mirando el horizonte, o ver cómo surge la luna y ese milagro diario es lo que los lleva hasta allí. Confieso que para mí son un misterio. Llevo pocos años en el barrio y no conozco a demasiada gente, pero el magnetismo que desprenden no me pasa desapercibido.

Sentado sobre la roca aparentemente absorto en la vegetación y el accidentado horizonte, pero con la cabeza centrada en ella, como le ocurría siempre, estaba él esperando el acontecimiento.

Adoraba a aquella mujer con cuerpo de niña, que la vida por el motivo que sea, y ya en la madurez, le había puesto delante. Le gustaban sus formas insinuantes, la mirada dulce y las profundidades de su alma que creía adivinar, que no conocer aunque los años de mutua compañía eran muchos.

Ella a su lado, lo miraba de reojo, sentía un profundo amor por aquel hombre desgarbado y alto, que conoció un día cuando ya no esperaba nada extraordinario de la vida, y desde aquel momento no existió otro para ella. Desde el principio le pareció de conversación interesante, atractivo, culto y sencillo, y con el tiempo se reafirmó en la idea que tenía de él y verificó que sobretodo, era un hombre que la quería como era, con sus virtudes y sus defectos. Y eso a fin de cuentas era lo más importante. A los dos les gustaba especialmente mirar hacia la luna, siempre tan enigmática y sonámbula, unas veces sólo insinuante y otras redonda e inmensa. Era una maravilla diaria que por cotidiana, la mayoría de las veces la gente no repara en ella. En ellos, alimentarse de las cosas sencillas era una costumbre y siempre que podían dejaban lo que estaban haciendo para disfrutar del espectáculo, sobretodo si había luna llena.”

La luz se va apagando tan lentamente que apenas soy consciente de ello. A veces podemos ver la luna cuando el sol aún no ha huido hacia el otro hemisferio. Contemplarla te llena de paz sin saber muy bien por qué. Quizás porque se mantiene en su sitio en la inmensidad del cielo, haya viento, nubes o tormenta, y siempre perseverante termina por aparecer, y nosotros podemos mirarla sin herirnos la vista como ocurre con el intenso sol. 

Aquí termina la historia hasta que vuelva a empezar. Entra la noche y la pareja se marcha sin prisas hasta que les venga bien contemplar de nuevo el ocaso.

Y yo me retiro también hacia un sueño reparador.

Un abrazo.



miércoles, 4 de agosto de 2021

Saltamonti

Siempre me gustaron los saltamontes, supongo que porque comparto su espíritu saltarín... y también porque me parecen animales increíbles. Además, en una analogía con la vida, nos pasamos como ellos, la vida saltando, a veces con saltos simples, otras con súper saltos y en ocasiones con sobresaltos.

Esta es la historia de Saltamonti, famoso entre sus congéneres, por dar unos saltos increíbles. Lo hacía tan bien que parecía flotar suspendido en el aire, tan liviano e ingrávido como una pompa de jabón.

Una tarde de verano chisporreteante, una niña con mochila a cuestas, camina por el prado observando el terreno con detenimiento, va en busca de saltamontes y así es como el pobre de Saltamonti termina encerrado en un bote junto con alguno de sus semejantes.

La niña en su habitación, los mira con detenimiento y de vez en cuando, sacude los botes para comprobar que siguen bien, es entonces cuando los pobres bichos saltan aterrorizados golpeándose contra el cristal. Ella se ríe y piensa que son tremendamente tontos. Periódicamente los va rodando sobre la estantería, conforme los vacía dentro del terrario según necesita alimentar a su mascota Manti.

 

Tras un par de días recluido y viendo el fin que le espera, Saltamonti en un acto desesperado decide hacerse el muerto y persuade al resto de sus congéneres para que hagan lo mismo, convencido de que una muerte súbita de todos los encarcelados será la mejor manera de poder escapar.

Llegado el momento, la niña sacude varias veces los botes para comprobar que de verdad están muertos, pero los animalitos, cuando esos ojos enormes se acercan al cristal y los estudian con atención, en parte paralizados de miedo y en parte con la esperanza de salvarse permanecen muy quietos. Entonces la niña piensa automáticamente que estaban enfermos.

A su Manti no le atraen los bichos que no se mueven y además no sería sano darle bicharracos enfermos. De manera que abre uno a uno los botes y los lanza dentro de la papelera. Cuando cae el último de los cautivos y ante la perplejidad de su captora, todos saltan al unísono, y Saltamonti, haciendo una pirueta múltiple, da el mejor salto de su vida hacia la libertad escapando por la ventana.


 



domingo, 4 de julio de 2021

El asesino

Nuestra vida sin altibajos aparentes, puede parecernos más monótona que la de los demás, la de aquellos que vemos tras el televisor o sobre los que escuchamos hablar en la radio, y que subsisten en un desatino continuo. En ocasiones nos dejan perplejos, indignados, o bien  felices, o asustados... En definitiva, nos hacen sentir y esas sensaciones que nos producen los devenires ajenos, nos crea una insana adicción por los males del prójimo; sin embargo puede que por no prestarnos a nosotros mismos, la debida atención, resulte que tengamos, sin saberlo, un auténtico despropósito en casa.

 


-Si me escondo aquí no me encuentran ni de coña-, y según lo hizo, los vio pasar, y cómo le buscaban girando a un lado y a otro las cabezas. Parecían loros y pese al miedo que sentía, tuvo que ponerse la mano en la boca para no soltar una carcajada ni gimotear de risa, casi le salían las lágrimas. Siempre que algo le aterraba pensaba en algo divertido. Era instintivo, le surgía sin pretenderlo, probablemente como mecanismo de defensa, lo que era un problema porque automáticamente la risa se le escapaba por la boca sin control.

-Parece que ya no se oye nada. Voy hacia el coche antes de que a algún lumbreras le de por volver-. Rompió la ventanilla y accedió al vehículo que tras muchos años de práctica, arrancó sin dificultad.

Se limpió las manos en el pantalón, pero no sirvió de mucho pues casi estaban secas. Las sentía calientes y pegajosas. Era lo que tenía la sangre y haciendo una mueca porque tenía inflamada la mejilla tras la última pelea, comenzó a silbar la melodía que se escuchaba por la radio. Pensó en el cadáver que había dejado atrás. Se merecía el fin que había tenido por egoísta y traidor. Nunca creyó que le resultaría tan fácil ir eliminándolos a todos, aunque el último había sido respondón. Se tocó la cara dolorida, que pusieran resistencia lo hacía más apasionante.

Sólo había avanzado unos doscientos metros cuando un fuerte impacto lateral lo dejó temblando y aturdido. En unos segundos tomó conciencia y comprendió que se había relajado demasiado -Pero cómo se puede ser tan zoquete- pensó-. Con lo bien que iba saliendo todo. Abrió a empujones la puerta y se lanzó al suelo al tiempo que sacaba el arma. Los avisos de la policía para que se entregara sin resistencia se oyeron al momento. -De eso nada monadas- y respondió con un par de tiros bien apuntados. -A ver si me llevo a unos cuantos por delante-.

No se percató hasta que casi los tenía encima, de que por detrás, otros efectivos se acercaban con sigilo. Disparó y ellos respondieron con saña. Cayó al suelo fulminado. Su corazón dejó de latir pero su cerebro aun se despedía y pudo sentir que lo zarandeaban con fuerza para comprobar si seguía vivo.

-¡Despierta, despierta!. Debías tener una pesadilla. ¡Menudos gritos y aspavientos!- 

Y mientras se tocaba la mejilla, sudoroso y aún con el susto en el cuerpo, regresó a la vida tomando conciencia de su tremendo dolor de muelas.



 

viernes, 4 de junio de 2021

El sombrero indeciso

Tula (tortuga de orejas rojas) tiene el caparazón torcido. Nunca supimos si cayó por accidente desde un balcón o si alguien con malévolas intenciones la lanzó por ver cómo caía. Anduvo herida y desorientada por la acera, ya medía unos 15 cm... Nadie la reclamó y al final, nosotros nos hicimos cargo de curarla, alimentarla y darle cariño durante muchos años, alrededor de veinte. Ahora mide unos veintidós centímetros. La gente me decía, cuando veía los cuidados y alimentación que había que procurarle diariamente: <Déjala en un parque cualquiera que tenga estanque>. Pero a un animalito al que quieres y que no sabe alimentarse solo porque ha vivido cautivo siempre, no se le puede hacer eso. A parte del daño para el ecosistema que podríamos provocar. Ella no pidió que la extrajeran fuera de su hábitat y me parece una ruindad con todas sus letras abandonarla.

El mes pasado tropecé en la web con la Fundación Neotrópico y tras ponernos en contacto se hicieron cargo de ella sin reparos. Ahora vive con otros congéneres. Imagino lo que siente al estar con otros seres como ella, después de tantos años de soledad deambulando por nuestro jardín e incluso colándose por la cocina en más de una ocasión. La echaremos mucho de menos, pero la presencia humana, nunca puede llenar ese vacío que produce la falta de libertad, para los animales que no son domésticos.

Estaré eternamente agradecida a la Fundación Neotrópico para animales exóticos, a las personas que la forman, porque para ellos, la labor que hacen no es sólo un trabajo. Atienden a los animales que por la causa que sea están fuera de su medio o los curan para devolverlos a su entorno, como hacen con las tortugas de mar. Gracias.


El portal se abrió con un estruendo y una enorme seta se asomó. Bajo el ala de lo que era un insólito sombrero, unos ojos de serpiente lo escrutaron todo. Necesitó varias píldoras y comprimidos con diferentes propósitos y colores, para vencer el pánico que sentía de sólo pensar en salir fuera del escudo protector de la casa, pero al fin lo había conseguido.

 

Los coches circulaban a gran velocidad, como halcones en picado en busca de su presa, pero ella necesitaba cruzar la calle y no sería capaz de llegar hasta el paso de peatones... No quería pasearse por la acera.

<Uf, ahora si. No, no, ahora no. Pasan como cohetes. A ver... Detrás del coche azul> Y se asomó un poco fuera de la acera, <pero no, no, que casi me golpea otro que iba detrás. Ahora, ahora es el momento, antes de que llegue ese camión de mudanzas> Y caminó lo más rápido que pudo hacia el centro de la calle, pero venían también coches por el otro carril. <¿Qué hago? ¿Qué hago?> Pensaba mientras miraba a ambos lados con pánico.

 

 

Y la duda, casi la mató. Un camión naranja la golpeó con violencia. Salió disparada por el aire, y quedó aplastada como la hoja de una penca (nopal, pita, tuna) contra el cristal de un deportivo. Y una especie de penca roja con puntos blancos es lo más que llegaron a ver los transeuntes que se acercaron a mirar pues el estrambótico sombrero lo tapaba casi todo. Cuando los servicios de auxilio acudieron al lugar, la recogieron herida y magullada, y la trasladaron a reanimación. 

 

 Nadie supo por qué tenía que cruzar la calle aquella tortuga que llevaba una seta en la cabeza y ella, cuando se repuso en la fundación de acogida para animales exóticos, tampoco fue capaz de recordarlo, pero no le importó porque ahora se sentía a salvo.

martes, 4 de mayo de 2021

Hasta la luna y más allá

Unos disfrutamos más que otros de la fantasía, sobretodo cuando somos niños, pues de adultos, ser fantástico según para qué cosas, no se considera saludable; pero qué divertidos son los momentos en los que desatamos la imaginación, recordamos el sueño loco que acabamos de tener, o bien, observamos a los niños mientras juegan. Ellos, entretenidos, se aislan de los mayores adentrándose en otra dimensión, donde la mayoría de nosotros ya no somos capaces de vivir con la misma intensidad e ilusión la magia de soñar despierto.

Es primavera, tiempo de abono, siembra y de arrancar malas hierbas. El niño observa sin perder detalle cómo según va arrancando el herbazal, este cae tras el hombre sin orden ni concierto. Con una sonrisa pícara se acerca a los hierbajos para ir recogiéndolos y hacer un montón como le han enseñado.

Le gusta estar en la huerta, porque allí puede tocar la brisa que se escapa entre sus dedos, abrazar los árboles que le susurran secretos y estirarse sobre el suelo a contemplar cómo juegan las nubes, y porque sabe que muy adentro, chisporrotean fantasiosos sus sueños.


-Haré una montaña de hierbas, alta, alta, alta, para subirme encima y tocar el universo con la punta de los dedos, -le dice el niño estirando un brazo todo lo que puede hacia el cielo. -O no, mejor será un cohete espacial para navegar entre las estrellas y visitar la luna y los planetas. -Y mueve los brazos haciendo aspavientos. -Shhummm, shhummm -Y continúa feliz añadiendo hierbas al montón, protegido del sol por el ala ancha de su gorra ante la sonrisa doblada del abuelo.

Al cabo de un buen rato el pequeñajo está dando vueltas alrededor de los árboles, en vuelo rasante entre los astros. Hay “malos” a los que persigue, dispara y le disparan. Se esconde y reaparece por donde no lo esperan... En uno de estos giros alrededor de la luna siente que una mano enorme le agarra por el hombro. -Aaahhh -grita. Lo quieren atrapar en un ataque sorpresa por la espalda. El susto casi le hace perder el control de los mandos, pero consigue dar un salto y volverse para enfrentarse al extraterrestre.


Entonces descubre la voz amiga y la cara sonriente del abuelo que le dice -Aterriza y baja de la nave descubridor de estrellas, vamos a merendar bajo el castaño y a refrescarnos.

Y el niño frena y se sienta a compartir el aperitivo mientras se miran y sonríen, acompañando silencios apoyados en el árbol.

-Bueno, terminamos de hacer un buen montón de hierbas y por hoy se terminó el curro. -Le dice el hombre.

Y con la barriga más alegre, acaban y se van cogidos de la mano, nieto y abuelo, con el halo de camaradería que produce compartir cada uno a su manera, el espacio sideral.

domingo, 4 de abril de 2021

La culpa la tiene el viento de abril

Muchas veces he escuchado lo de “yo no creo en las casualidades”, pero supongo que los incidentes o sucesos con los que nos tropezamos de improvisto en más de una ocasión, pasan porque sí, porque tienen que pasar, sin necesidad de darle más vueltas, aunque nos resulta más grato buscarle una razón de ser.

El viento de abril dejó una pelota ante la puerta de casa, aquí, donde nada hay y nunca llega nada, ni los catálogos de Ikea.

Al principio me desconcertó bastante. Estaba muy usada. Quizá el dueño la buscaba. No, demasiado pequeña , de manera que su dueño también lo sería o no; puede que perteneciera a un adulto pervertido que la usaba para atraer a los niños. Es amarilla, llama la atención. O tal vez era de una señora que en casa, cuando está sola, juega con ella rememorando esa sensación de juventud que nos aporta el bota, bota. Por otro lado, también podía pertenecer a un nervioso ejecutivo que como terapia tranquilizadora, la usa para tirar con ella a una pequeña canasta situada junto a la ventana.

Puede que la perdiera algún vecino, pero el caso es que vivo en un lugar apartado, sin casas cerca. Ya sé, a lo mejor se les cayó fuera del coche a unos adolescentes que se la lanzaban unos a otros en el interior del vehículo, con lo peligroso que es eso. Qué desfachatez. Pero no, tampoco queda cerca la carretera.

Estoy haciendo un esfuerzo mental por buscarle un origen. Nadie debe estar desarraigado, tampoco una pelota, siempre de bote en bote por el mundo. Además, seguro que a llenado los ratos de vacío de alguien y eso es importante, con ese propósito las fabrican pienso yo.

Si el viento la dejó en mi puerta será por algo. Qué cosas más curiosas suceden, pero me ha generado un problema. No quiero ser un desaprensivo, aunque ya se me pasó la edad de jugar con la pelotita, o no. Sí, no tengo ánimo. El caso es que el perro la mira con ojos golositos. Se la voy a lanzar a ver qué pasa.

Me da vergüenza ajena. La ha roto en un pis pas. Sin remordimientos. En fin, quién fuera perro. No tiene culpa. La culpa la tiene el viento de abril.


 

jueves, 4 de marzo de 2021

Tormenta y fantasmas

Seguro que alguna vez has sentido una presencia extraña cerca de ti: Fantasmas, almas errantes, espíritus... A mí me ha pasado un par de veces a lo largo de mi vida y siempre he buscado una respuesta racional, pero entiendo que no todos pensamos igual.

Anoche fue una de esas noches en las que el ánimo y las inclemencias del tiempo se aunaron para enredar los pensamientos y las sensaciones. Y aunque hoy luce el sol pues la tormenta pasó, aun siento escalofríos y no estoy muy segura de si es por el frío.


Los cristales de la ventana se mueven agitados como si un ente la agarrara y sacudiera con fiereza. Los espíritus del viento aúllan contrariados por encontrar resistencia a su paso, y como si bailaran frenéticamente alentados por grandes trolls, arrancan árboles, vallas y rompen postes y cables, dejando la casa y a nosotros inmersos en la oscuridad. A tientas buscamos velas y con la luz tintineando tímidamente entre las sombras, cenamos sándwiches y charlamos para pasar el rato.

Las llamas cargan un misterio con ellas- cuenta mi padre- y danzan siempre inquietas porque les acosan en la punta de la lengua los secretos ajenos. Cuando entra alguna corriente de aire pugnan por escapar, pero amarradas como están no siempre pueden. Sólo si alguna chispa consigue saltar se propaga el ardor sobre cortinas y muebles, y eso pasó en la casona de enfrente. Una noche como esta la lumbre corrió como si la persiguiera el mismo demonio mientras los habitantes de la casa dormían. Cuentan que sus almas siguen entre esas paredes, lamentándose y preguntándose por qué. Y cuando hay tormenta, se oyen los gemidos desconcertados de aquellas vidas que perecieron porque alguien se olvidó de apagar una vela. -Nos quedamos todos en silencio pensando en la desgracia ajena y en por qué pasan estas cosas sin sentido alguno. Un fuerte taponazo, de una persiana mal cerrada, nos dejó con el estómago encogido, y pendientes de los ruidos que no eran pocos, se nos acabaron las ganas de seguir parloteando.

De camino hacia las habitaciones mi hijo cogió un par de juguetes para que le acompañaran en la cama. Pero antes de subir las escaleras se paró y dijo: Mami, mira detrás, a mi espalda, para ver qué hay. -Le pasé la mano por la espalda con dulzura y le besé sobre la cabeza. -No hay nada cariño. -Era por si había algún fantasma. -Nos dijo.

La respuesta nos dejó estupefactos, y en ese instante regresó la luz y nos apresuramos a apagar las velas para no tentar a la fatalidad.

jueves, 4 de febrero de 2021

Bolsillos

Qué tendrán los bolsillos, que guardan las cosas más variopintas en su interior, siempre a resguardo de ojos ajenos como si de tesoros se tratara. En los bolsillos encontramos, igual que en los bolsos o las carteras, algo que en su día depositamos allí para no perderlo, pero que en muchas ocasiones, precisamente, quedan allí olvidados.


Como todos los días tras el desayuno se prepara para ir al trabajo, aunque hoy no es como cualquier día, pues a partir de esta noche, todo será distinto, pero igual de monótono al mismo tiempo.

Mira por la ventana y observa los árboles que en fila india amanecen anclados junto al bordillo de la calle. Vive en un lugar agradable o al menos es lo que le dice todo el mundo, aunque todo el mundo también opina y da ideas que quedan suspendidas en el aire, sobre todas las maravillas que podría hacer cuando llegara el día de hoy y él no lo tiene tan claro. Desde hace muchísimo tiempo, no conoce otro ritmo de vida, mas que el de levantarse con la idea de ir a trabajar, y por más vueltas que le da, no se le ocurre nada plausible para llenar las horas del día.

Abre la ventana para que entre un poco de aire fresco. El frío de febrero araña más de lo acostumbrado esta mañana, de manera que antes de salir coge sin saber muy bien por qué, uno de sus viejos abrigos, quizá porque se siente también viejo y usado, como le ocurre a la ropa cuando lleva muchos años con nosotros. Cuando te la pones no se nota tanto, pero en cuanto te la quitas se ve lo ajada que está, justo como se siente él hoy. No recuerda cuándo fue la última vez que se lo puso, pero tampoco importa. Debería meterlo en una bolsa y llevarlo al contenedor, pero se mira al espejo, se encoje de hombros, suspira y se lo deja puesto.

Mientras camina piensa en que pronto quedará en el olvido la despedida que le hizo la filial por sus años de servicio, y en un lapsus temporal su paso por la empresa sin vestigio de su existencia. Ya no volverá a recorrer este trayecto nunca más y se le hace raro, y más raro se le hace sentir un nudo en el estómago mientras contempla la acera. ¿Se estará convirtiendo en un sensiblero? o ¿será que va a empezar a hacerse viejo de golpe a partir de hoy? Es uno de sus mayores temores aunque no lo reconoce ante nadie.

Uf, vaya frio, a lo mejor no fue muy buena idea elegir este abrigo, y acto seguido introduce las manos en los bolsillos. En uno descubre un pañuelo de papel usado y acartonado, que se apresura a tirar en el contenedor, pero en el otro. ¿Qué es esto? Y saca una flor marchita y amarilla. La contempla sin dejar de caminar intentando hacer memoria de qué hace allí. Y de pronto lo recuerda y una sonrisa se dibuja en su rostro. Ya sabe lo que va a hacer mañana y durante las siguientes mañanas, y con energías de pronto renovadas, se dispone a enfrentarse a su futuro.

Las posibilidades son infinitas ¿A qué crees que dedicará el tiempo nuestro personaje tras encontrar la flor en el bolsillo? 





lunes, 4 de enero de 2021

Ilusión

Terminamos el año con el último ocaso de 2020, esperanzados, porque la vida es un continuo comienzo con el despertar de cada amanecer, de manera que aunque titubeantes, emprendemos el 2021, ilusionados cada día, porque nuestra historia, la de cada uno, se compone de pequeños retos y esperanzas, de logros y pérdidas, de amor y desamor.

Bajo el tibio sol invernal, con una mantita sobre las rodillas, la anciana parece observar los pájaros que en bandada bailan con cierto desorden sobre los árboles. Por el camino se acerca un señor y cuando llega a su lado la saluda, y le dice que es su hijo y por si esto fuera poco, pretende con falsa naturalidad cogerle la mano, pero ella indignada, no deja que la toque. Él parece no afectarse, se sienta a su lado y no para de parlotear, aunque la señora con el ceño fruncido, no le escucha. Ese no es su hijo, su pequeño es imaginativo y alegre y no puede ser este señor maduro y serio, con bigote y chaqueta de punto, que habla y habla palabras que no entiende.

Ella ahora mismo recuerda la habitación como si la tuviera delante. En la tele están dando una peli de dibujos animados con dragones como protagonistas, que tiene hechizado al pequeñajo, y en cuanto termina, el niño la mira y le dice. -Mamá, mamá, quiero un dragón para ir montado en él al cole- Y ella le responde: -Mmm, veremos qué podemos hacer. Se me ocurre que si dibujas lo que deseas puedes convertirlo en realidad sobre el papel-.

El pequeño empieza a dibujar y según desliza el lápiz con cierta encantada torpeza, va cambiando de opinión. Coge los rotuladores y sus garabatos pronto se transforman en: -Mmm, una estrella fugaz; o no, no, una serpiente que se retuerce; ah, no, no, no, mejor un mono que va saltando-. Y así continúa hasta que el papel es un galimatías de garabatos y el niño se cansa de los rotuladores, para prestar toda su atención a los coches con los que hace carreras concentrado en otro mundo, un mundo de carreteras peludas sobre la alfombra.

-Mamá, mamá. Estás sonriendo. ¿En qué piensas?-

-Ah, hijo, qué bien que viniste-

Y ahora sí, con las manos de ella entre las suyas, el hombre con chaqueta de punto repite de nuevo historias de la familia, le habla de sus nietas y su nuera y del nuevo minino que los tiene a todos enamorados, de las mejoras que han hecho en casa y de un sin fin de pequeñas cosas aprovechando que ahora lo ve. Y la besa y la achucha, en esa lucha de antemano perdida contra su mente cansada, y hasta que la bruma regrese otra vez a su mirada.

Salud y cariño para todos-as en este año nuevo  nos toca descubrir y mucha ilusión para dibujarlo y colorearlo a nuestro antojo, aunque de antemano sepamos que no saldrá como soñamos.