Cada día surgen nuevos propósitos y también decepciones. Y aunque algunas ideas las llevas barruntando tiempo y viven soterradas en nuestra cabeza, otras, por el contrario, surgen sobre la marcha de forma inesperada, hasta sorprendernos.
¡Ay qué pena me da!
Y es que me encanta el color naranja. ¿Y a qué viene esto? Pues a que tengo en mente a una persona y esto hace que el naranja encienda mi cabeza. Eso, y los adjetivos engreído, prepotente, déspota, intransigente, soberbio, racista, egoísta, machista, falso, mentiroso... y la lista seguiría.
Y no quiero cogerle antipatía al naranja, y por eso se me va quedando una penita muy adentro.
¡Ay qué pena me da!
Llevo tiempo pensando en hacer algo de ejercicio en el exterior. Y ahora que por fin me decido, todo se confabula contra mi poca voluntad... y es que llueve a cántaros. En un comienzo de verano, taciturno en estas latitudes, el cielo se viene abajo, caen chuzos de punta o como cada cual quiera expresarlo. Y de verdad, es que se me queda una penita aquí dentro.
¡Ay qué pena me da!
Entre unas cosas y otras, entre lo que quiero y no puedo, y entre lo que puedo pero no quiero, me siento enredada como el jazmín en la verja del jardín. A veces los propósitos se desvanecen como pompas de jabón, y la impotencia nada a sus anchas. Y por eso, se me va quedando una pequeña penita dentro.
¡Ay qué pena me da!
En fin, serán cosas del mes de julio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario