El ruido, los bocinazos, el taconeo de la del piso de arriba,
los ladridos del perro del vecino, o el tostonazo de música de los
de enfrente, van angustiando nuestro estado de ánimo y añoramos
fervientemente el silencio más absoluto; pero cuando el mutismo se
desliza por las paredes como las sombras en un mal sueño, deseamos
que nos saque de la mudez, incluso el zumbido monótono del motor de
la nevera o el parloteo incansable del televisor.
Con cara de pocos amigos se asomó insolente por la ventana, y sacó los rechonchetes brazos moviéndolos con brusquedad, al tiempo que gritaba a los insoportables monos pidiendo silencio.
Con cara de pocos amigos se asomó insolente por la ventana, y sacó los rechonchetes brazos moviéndolos con brusquedad, al tiempo que gritaba a los insoportables monos pidiendo silencio.
Se giró para coger las gafas de mirar
hacia el horizonte, el mar se agitaba frenético, como si en el
ambiente fuera propagándose la irritación, también las copas de
los árboles se balanceaban como el oleaje, al son de los nerviosos
monos que no dejaban de saltar y chillar.
Aunque tenía algo de sobrepeso, bajó
la escalera con rapidez dando resoplidos, recogió el hacha y los
guantes a rayas que descansaban sobre el banco de la entrada y abrió
con agresividad la puerta. Esos monos se iban a enterar. Pero en
cuanto dió un par de pasos supo que pasaba algo raro. El miedo
susurraba entre la hierba, y los monos se habían llevado la
escandalera con ellos, dejando flotar entre las ramas un titilante
silencio.
Cerca, bajo la sombra de los árboles
había un montón de serpientes, que altivas, amenazaban con
morderle, defendiendo el terreno que ahora consideraban suyo.
No lo pensó dos veces, si lo hubiera
hecho jamás se habría atrevido a enfrentarse a ellas, así que
emitiendo fuertes alaridos, -Ahhh. Ahhh. Aaahhhhh- con ayuda de el
hacha y una larga rama, consiguió alejar a los reptiles que a
regañadientes y zigzagueando sobre el suelo, se alejaron de aquel
tío tan escandaloso.
Las ilustraciones están realizadas con acuarela, rotulador y un toque digital.
ResponderEliminarJo como me recuerda tu protagonista a mi profe de música. Uno que nos cantaba el Vals de las mariposas. Madre mía cuanto tiempo hace de ello! Pues debe ser él porque a los artistas les molesta mucho los gritos “que dan otros” jajaja
ResponderEliminarHooolaa, pues sí, normalmente los sonidos ajenos nos molestan casi siempre... pero no ocurre lo mismo a la inversa, jejeje.
EliminarYo recuerdo, que en mi época de estudiante nos fijábamos en detalles del profesorado que en realidad no eran tan destacables, pero nosotros nos reíamos y los exagerábamos por el mero hecho de divertirnos. Ahora lo pienso y podíamos llegar a ser injustos y crueles, aunque no tengo constancia de que ninguno supiera de nuestros desatinos, menos mal, eso sí, disfrutábamos de lo lindo.