Y mientras salía corriendo, pensaba que ellos jamás serían capaces de ver el mundo a través de sus ojos, porque la vida es una carrera de constantes pruebas y cambios a la que aunque acompañados, nos enfrentamos solos.
Allí está el armario. Lo mira con truhanería,
entrecerrando los ojos, de medio lado, hasta que por fin se decide
a tocarlo suave y torpemente.
En la habitación vacía resuena
tímidamente el taconeado arrítmico, y se intuye más que se oye su
risa, pues nervioso, se tapa la boca con la mano. Se siente feliz
usurpando el rol de otro, y un cosquilleo vivaracho le sube y le baja desde los pies a la barriga, de manera que taconea más fuerte y deprisa.
Un collar de cuentas redondas le cuelga
casi hasta las rodillas, y un poco más arriba, un medallón se
balancea como un péndulo de una cadena. Una blusa demasiado ancha y
una falda puesta no sin dificultad, quedan apresadas por un pañuelo
lleno de pequeñas hojas.
Ahora necesita el toque mágico, así
que sube a la silla tras un aparatoso y complejo esfuerzo. Elige la
barra de labios de color rosa. Es bonita. Y como ha visto hacer en
repetidas ocasiones, abre la boca y la pasa por los labios con
bastante poco éxito, a ella le queda mejor. Al bajar ha estado a
punto de caerse de bruces, lo de los tacones no es tan fácil como
parece, pero ya está de nuevo ante el gran espejo y se observa sin
dejar de emitir esas risitas nerviosas. Primero da vueltas y taconea,
luego taconea y da vueltas.
Mamá se asoma al umbral de la puerta
buscándolo, lo han descubierto. Echa la cabeza hacia atrás al mismo
tiempo que desde su garganta explosiona una carcajada franca y
abierta. Levanta una mano llena de pulseras y anillos que giran locos
en sus dedos de niño y dando trompicones se abraza a sus piernas, y
su madre riendo, lo presiona divertida contra sus rodillas.
Él ahora no es consciente de ello, pero nunca olvidará ese abrazo contra las piernas de mamá.
Él ahora no es consciente de ello, pero nunca olvidará ese abrazo contra las piernas de mamá.
Fin de la función.
Dedicado a mi pequeño nieto Eric, que empieza a zapatear por el mundo con sus grandes ojos y sin perder detalle.
Dedicado a mi pequeño nieto Eric, que empieza a zapatear por el mundo con sus grandes ojos y sin perder detalle.
Acuarela y rotulador es la técnica que elegí para las ilustraciones, con el toque digital que le doy siempre.
ResponderEliminarHola, Cuantos niños y niñas he visto vestirse con la ropa de mama. Y sobre todo los zapatos, madre mía la ilusión que hace ponerse los zapatos
ResponderEliminarde mama, ese sonido del arastra y taconea sucesivo, es único.
Una vez vi a un niño que se puso una falda de vuelo y se miró al espejo y se quedó serio. Yo pensé, está viendo que es ropa de niña. Pues nada más lejos, estaba cavilando. Al momento empezó a girar en redondo y la falda se subía hasta ponerse casi horizontal, y otra vez y otra, y advertí la alegría del niño con esa ropa de su madre que tanto juego le daba.
Un abrazo para Eric y otro para ti
Probarte algo nuevo siempre aporta un punto de ilusión, y cuando eres pequeño, si la ropa es de un adulto se convite poco menos que en una aventura. Eric está en esa etapa de descubrirlo todo y de experimentar con todo, porque todo le fascina y todo sirve para pasarlo bien. Un abrazo grandote.
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