Desayunar
relajadamente te envuelve en una atmósfera
singular, porque te permite pensar en las cosas importantes o simplemente observar, prestar atención a algo tan sencillo como la vida que se mueve a
nuestro alrededor. Son momentos únicos y preciosos que permanecerán para
siempre en nuestra retina.
Me senté en el banco para hacer tiempo, sin reparar
en el anciano hasta que empezó a hablar. Sentado bajo un rayito de sol en el
otro extremo, no apartaba la vista de la zona ajardinada que se extendía frente a nosotros. Llevaba un sombrero de ala corta,
un chaquetón marrón bastante abrigado, unos vaqueros y unos botines que
parecían muy cómodos. Tenía una voz agradable, que acostumbrado a hablar en
público modulaba con destreza.
-Observar el titilar de la vida entre las flores de
un jardín o en un charco, es un privilegio. Disfrutar de los reflejos de la luz
sobre el agua, donde mil formas y colores surgen de la nada y se desvanecen
igual. Y tener la paciencia suficiente para ver avanzar la luz entre los
árboles, cómo camina ofreciendo claridad y sombra entre las hojas y la hierba; mirar
las flores silvestres que se mueven agradecidas por la brisa y el susurro de
las ramas en el bosque es una maravilla.
Relaciono el invierno con pies fríos. Las lluvias
traen humedad y los huesos se resienten; pero así y todo, me gusta sentir el
aire frío en la cara cuando salgo a caminar y la brisa que lo empuja. Sentir el
escalofrío que produce en nuestro cuerpo el cambio de temperatura, y como un
ritual propio de la estación, arroparme con el chaquetón y meter las manos en
los bolsillos. Escuchar el corretear de las hojas por el suelo como viejos
recordatorios del otoño que no se rinde y saber que alguna flor pese al frío, brotará
entre los esqueletos dormidos de las plantas.
El color del invierno en estas latitudes es
diferente, cada tarde, las brumas que bajan por la ladera de la montaña vuelven
todo pardo, la niebla del amanecer
provoca un espacio irreal y sin gravedad. Las nubes son de un gris casi
blanco, o casi negro cuando hay tormenta, y después de la lluvia que tanto
escasea últimamente, el cielo de repente se vuelve de un azul intenso y limpio
y es que la lluvia es mágica, su monotonía apacigua y sentarme a tomar una taza
de té, mientras la gente pasa por la acera enfrentándose al invierno, es uno de
mis pasatiempos favorito, y es que
cuando nos sentimos a gusto y calentitos, las cosas se ven de otra manera.
Sabe, relaciono los problemas con la idea gris y
fría que tenemos del invierno, y para buscarles solución, mi táctica consiste en dejarme llevar y para ello, lo mejor es sentarse
un rato al sol. La solución siempre llega de manera inesperada, a veces la
tenemos delante y no la vemos. -Y entonces suspiró y sonrió por primera vez.
-Durante aquel poético monólogo, que me enganchó y
del que confieso me dejó con la boca abierta desde el principio, no fui capaz
de levantarme hasta que lo hizo él, dejándome de pie, asombrado y sin palabras.
En ese momento giró su rostro hacia mí y me sonrió otra vez, me saludó con la
cabeza y me dijo -Gracias por escuchar, -luego metió la mano en la chaqueta,
sacó un bastón blanco del que utilizan los ciegos, lo desplegó y emprendió su camino dando pequeños
golpecitos sobre el suelo.
La técnica para las ilustraciones consiste en lápices acuarelables y rotulador.
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