sábado, 4 de mayo de 2024

Semillas

¿No te dan ganas a veces de tener súper poderes para hacer desaparecer las injusticias de un plumazo? A mí me pasa cada vez más a menudo. No soporto a los frescos o frescas que van por la vida pisoteándolo todo y a todos-as sin miramientos, y que encima piensan que el resto somos idiotas por cumplir con las normas cívicas o por respetar lo ajeno.

Amanecía, y los defensores de palacio, corrían de un lado a otro con sus cascos puestos, esquivando las columnas como elefantes furiosos y temiendo que rodaran cabezas. No se sabía cómo, pero alguien había instalado sin permiso, una carpa junto a la entrada de palacio. También había un reguero de semillas y unas pequeñas setas que habían crecido de la noche a la mañana, y que los pájaros picoteaban. Los que comían las semillas no podían dejar de comer, y los que picoteaban las setas se comportaban de un modo extraño. De manera que los pájaros entretenidos como estaban, no cantaban como todas las mañanas, y eso iba a enfurecer a su caprichoso líder.

 

La soldadesca intentaba poner orden sin nada de éxito, pues los animales salvajes no entienden ni de leyes, ni de normas, así que todos sus intentos caían en terreno estéril.

A todas estas, y supongo que debido al alboroto, salió de la carpa un ser pequeño y flaco que dando dos fuertes palmadas dispersó a los pájaros, que se subieron a los árboles y se pusieron a cantar como todas las mañanas. Entonces el hombrecillo fue animando a los aldeanos a comer, pues de todos era sabido, que ese país padecía una terrible hambruna. Las personas que probaban los granos, quedaban saciadas y nutridas, y todos bendecían y agradecían al recién llegado por su generosidad. El personaje fue sacando pequeños sacos de semillas a los que les añadía una seta y al instante los granos empezaban a germinar. Entonces empezó a repartirlos entre la gente que escuálida y temerosa, se había acercado. De manera que maravillados, cogían el saquito de aquellos cereales mágicos que les ofrecían y se encaminaban a los huertos para sembrarlos.



El capitán de la guardia por si acaso, mandó apresar al hombrecillo y lo llevó a palacio para que el tirano que los gobernaba, que era un ser glotón y obeso, se pronunciara al respecto. El pequeño personaje ni se inmutó cuando se lo llevaron a la fuerza. Era un ser extraño, casi etéreo, y llevaba una capa verde lima sobre sus huesudos hombros, que le daba cierto aspecto de insecto palo o de mantis religiosa.

El adalid tras la explicación de lo ocurrido, exigió que le trajeran de inmediato semillas para probarlas, pues consideraba que todo lo que estaba en su reino era suyo. Pero en cuanto empezó a saborearlas, como ocurrió con los pájaros, ya no pudo parar de comer, de manera que cuando su cuerpo no lo resistió más, y ante la mirada atónita de su séquito, explotó.


 

El jefe de la soldadesca, tras recuperarse del susto, pensó que el pueblo no se podía quedar sin dirigente alguno, de manera que para evitar que surgiera otro dictador, le propuso al señor Palo Lima que gobernaran juntos hasta que se pudieran celebrar unas elecciones democráticas. Uno defendería el castillo y las tierras de los campesinos (que se repartirían), y el otro haría lo necesario para que entre todos, el pequeño reino prosperara y no se volviera a repetir la hambruna. Y así fue como el pueblo rebautizado como “Semillas” salió adelante, aunque no siempre fue fácil.

Nunca se supo de donde vino el señor Palo Lima, ni de donde sacó las semillas mágicas, pero con el tiempo, a nadie pareció importarle.





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