Siempre, desde pequeña, me atrajo la luna. Por las noches, en casa, es raro el día que no salimos a la terraza a contemplar hipnotizados la cara que nos enseña, llena de mares oscuros, cráteres y montañas, y siempre acompañada por infinidad de estrellas en esa inmensidad negra del firmamento. Es un momento de relax, sin ruidos más que el cantar lejano de los grillos. Entonces respiramos hondo y nos empapamos del olor a hinojo que trae la noche.
No tengo muchas novedades, salvo que la calle tras
los días de tormenta, ha quedado si cabe, más destrozada de lo que ya estaba. Me he fijado, ya sabes que reparo en las cosas más peregrinas, que en el asfalto han aparecido nuevos rotos que
unas veces se deslizan por el suelo formando la imagen de un rayo, y
otras, forman cráteres con piedras sueltas que saltan catapultadas,
cada vez que una rueda les pasa por encima. Reconozco que ahora tiene un encanto decadente que a mí no me molesta y que me gusta fotografiar.
A estas horas, en esta tierra insólita, al sol aun se siente calor y frío al mismo tiempo gracias al aire fresco que baja de la montaña nevada. La atmósfera luce limpia y el olor a petricor envuelve el ambiente.
La pareja de la que te hablé no hace mucho, ha regresado a su cita. Yo los miro como hago habitualmente desde hace un tiempo, empapándome de la serenidad que desprenden. Supongo que a ellos no les molesta que los observe, quizá ni se sientan observados estando tan absortos en su mundo. Como te comenté, vienen algunas tardes y se sientan en unas piedras que hacen de banco entre la calle destartalada, el monte y el mar que se ve a lo lejos. Apenas hablan y así esperan tranquilamente a que llegue el ocaso y aparezca la luna, entonces se levantan, se abrazan durante un rato y cogidos de la mano se dirigen hacia su casa. No sé qué les lleva a repetir esa especie de ritual, quizá simplemente celebran llegar juntos al final de otro día, quizá les gusta tomar el fresco sentados mirando el horizonte, o ver cómo surge la luna y ese milagro diario es lo que los lleva hasta allí. Confieso que para mí son un misterio. Llevo pocos años en el barrio y no conozco a demasiada gente, pero el magnetismo que desprenden no me pasa desapercibido.
“Sentado sobre la roca aparentemente absorto en la vegetación y el accidentado horizonte, pero con la cabeza centrada en ella, como le ocurría siempre, estaba él esperando el acontecimiento.
Adoraba a aquella mujer con cuerpo de niña, que la vida por el motivo que sea, y ya en la madurez, le había puesto delante. Le gustaban sus formas insinuantes, la mirada dulce y las profundidades de su alma que creía adivinar, que no conocer aunque los años de mutua compañía eran muchos.
Ella a su lado, lo miraba de reojo, sentía un profundo amor por aquel hombre desgarbado y alto, que conoció un día cuando ya no esperaba nada extraordinario de la vida, y desde aquel momento no existió otro para ella. Desde el principio le pareció de conversación interesante, atractivo, culto y sencillo, y con el tiempo se reafirmó en la idea que tenía de él y verificó que sobretodo, era un hombre que la quería como era, con sus virtudes y sus defectos. Y eso a fin de cuentas era lo más importante. A los dos les gustaba especialmente mirar hacia la luna, siempre tan enigmática y sonámbula, unas veces sólo insinuante y otras redonda e inmensa. Era una maravilla diaria que por cotidiana, la mayoría de las veces la gente no repara en ella. En ellos, alimentarse de las cosas sencillas era una costumbre y siempre que podían dejaban lo que estaban haciendo para disfrutar del espectáculo, sobretodo si había luna llena.”
La luz se va apagando tan lentamente que apenas soy consciente de ello. A veces podemos ver la luna cuando el sol aún no ha huido hacia el otro hemisferio. Contemplarla te llena de paz sin saber muy bien por qué. Quizás porque se mantiene en su sitio en la inmensidad del cielo, haya viento, nubes o tormenta, y siempre perseverante termina por aparecer, y nosotros podemos mirarla sin herirnos la vista como ocurre con el intenso sol.
Aquí termina la historia hasta que vuelva a empezar. Entra la noche y la pareja se marcha sin prisas hasta que les venga bien contemplar de nuevo el ocaso.
Y yo me retiro también hacia un sueño reparador.
Un abrazo.
Precioso, Floren.
ResponderEliminarSomos muchos los amantes de la luna...
La luna es un espectáculo que podemos admirar cada noche, siempre que no la escondan las nubes. A veces estoy distraída y no reparo en ella aunque me gusta mucho verla, por suerte, Ángel me llama a menudo para que me asome a contemplarla y poder disfrutar del momento.
EliminarUn abrazo
Siempre me ha encantado la Luna
ResponderEliminarMe parece mágico pensar que podemos estar viendo la misma Luna personas que estemos a miles de kilómetros de distancia
Con unos buenos prismáticos se ven sus cráteres y lo mismo algún día vemos algo en movimiento jajajjj
Hasta entonces seguiré mirándola y haciendo planes Un abrazo
Siempre nos resulta encantadora y enigmática porque tiene algo de bruja.
EliminarDe repente desde el lado oscuro, ese que no vemos nunca, algún día se asome una cabecita, jajajaja. Besososss
El dibujo de la Luna desde la hierba ESPECTACULAR SEÑORA PINTORA
ResponderEliminarSi algún día está nublado miraré tu obra
Gracias Floren Besossss
Muchas graciasss
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