miércoles, 4 de agosto de 2021

Saltamonti

Siempre me gustaron los saltamontes, supongo que porque comparto su espíritu saltarín... y también porque me parecen animales increíbles. Además, en una analogía con la vida, nos pasamos como ellos, la vida saltando, a veces con saltos simples, otras con súper saltos y en ocasiones con sobresaltos.

Esta es la historia de Saltamonti, famoso entre sus congéneres, por dar unos saltos increíbles. Lo hacía tan bien que parecía flotar suspendido en el aire, tan liviano e ingrávido como una pompa de jabón.

Una tarde de verano chisporreteante, una niña con mochila a cuestas, camina por el prado observando el terreno con detenimiento, va en busca de saltamontes y así es como el pobre de Saltamonti termina encerrado en un bote junto con alguno de sus semejantes.

La niña en su habitación, los mira con detenimiento y de vez en cuando, sacude los botes para comprobar que siguen bien, es entonces cuando los pobres bichos saltan aterrorizados golpeándose contra el cristal. Ella se ríe y piensa que son tremendamente tontos. Periódicamente los va rodando sobre la estantería, conforme los vacía dentro del terrario según necesita alimentar a su mascota Manti.

 

Tras un par de días recluido y viendo el fin que le espera, Saltamonti en un acto desesperado decide hacerse el muerto y persuade al resto de sus congéneres para que hagan lo mismo, convencido de que una muerte súbita de todos los encarcelados será la mejor manera de poder escapar.

Llegado el momento, la niña sacude varias veces los botes para comprobar que de verdad están muertos, pero los animalitos, cuando esos ojos enormes se acercan al cristal y los estudian con atención, en parte paralizados de miedo y en parte con la esperanza de salvarse permanecen muy quietos. Entonces la niña piensa automáticamente que estaban enfermos.

A su Manti no le atraen los bichos que no se mueven y además no sería sano darle bicharracos enfermos. De manera que abre uno a uno los botes y los lanza dentro de la papelera. Cuando cae el último de los cautivos y ante la perplejidad de su captora, todos saltan al unísono, y Saltamonti, haciendo una pirueta múltiple, da el mejor salto de su vida hacia la libertad escapando por la ventana.


 



3 comentarios:

  1. Las ilustraciones las realicé con acuarela, rotulador y luego les dí un toque digital. Saludoosss.

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  2. Me encanta esta historia imagino que en parte porque acaba bien. El grande se come al chico, pero no siempre. A partir de ahora no les daré manotazos a los que se me paren cerca, por si coincide que es Saltamonti. Feliz torrido verano

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    1. No sé si será por la edad, pero cada vez nos da más reparo matar cualquier bicho, al fin y al cabo es un ser vivo; y además, como bien dices, y conociéndolo, que ya es como de la familia, igual resulta que es Saltamonti, jajajaja. Un abrazo

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