¿Qué consideramos
importante y qué no?, todo puede llegar a ser muy relativo y
dependerá del valor que le demos a las personas, los hechos, las
circunstancias y del corazón que dejemos prendido
en los objetos que amamos.
Se oyen tambores de
hojalata, cánticos indígenas, susurros y risas. Amarrada a un
poste, con sólo jirones de pelo sobre su cabeza tras el violento
arrancamiento de la cabellera, tiznada, arañada y mirando sin ver
está ella, ajena a lo que ocurre.
Llegué con cautela
atraída por el soniquete. Los cuatro danzaban a su alrededor y
cuando la descubrí, me llevé una mano a la boca para contener un
grito. No obstante y sin
dudarlo, me enfrenté a ellos rabiosa, y entre lágrimas liberé
a tiempo de mayores destrozos a mi muñeca favorita, que trasquilada,
sucia y rígida, parpadeó con un ojo, al tiempo que con el otro me
miraba fijamente.
La abracé confiando en que así la eximía del susto, y me marché rumbo al refugio que ofrecía mi habitación, dejando a los salvajes indios sin presa a la que vilipendiar, y dispuesta a reparar dentro de mis posibilidades a mi compañera. Quizá tras la limpieza, pueda devolverle algo de dignidad con un sombrero que cubra la desnudez de su inesperada calvicie.
La abracé confiando en que así la eximía del susto, y me marché rumbo al refugio que ofrecía mi habitación, dejando a los salvajes indios sin presa a la que vilipendiar, y dispuesta a reparar dentro de mis posibilidades a mi compañera. Quizá tras la limpieza, pueda devolverle algo de dignidad con un sombrero que cubra la desnudez de su inesperada calvicie.
Adoraba esa muñeca de
casi un metro de alto y bien proporcionada, que además daba unos torpes pasos si la agarraba de la
mano y tiraba de ella. Para mí era muy
importante pues la consideraba unas veces hermana y otras amiga, con
ella conversaba, discutía y me reía, llenando así mis soledades de
hija única; pero para mis hermanos, simplemente era una prisionera,
elegida supongo que por destacar de entre todas mis muñecas. Probablemente, a esta altura de nuestras vidas no recuerden siquiera
el episodio, que en este caso, sólo fue un juego de niños. Y es que donde unos no ven la relevancia, otros se dejaron el corazón hilvanado.
Las ilustraciones las realicé con acuarela, rotulador, grabado por punción, lápices de colores y el toque digital de siempre.
ResponderEliminarAdela me ha contado un suceso parecido con sus hermanos. Y mi hermana tenia una muñeca parecida a la que describes y que se llamaba rosana.
ResponderEliminarJajajaja, es que los chicos cuando se juntan son terribles. Yo curiosamente, con lo que la quería, no recuerdo cómo se llamaba mi muñeca, ni si le había puesto algún otro nombre distinto al de fábrica. Tan sólo que tenía media melena lacia hasta la fecha del percance, claro, y que la cabeza y el rostro se parecían a los que dibujé, aunque los ojos eran del color de la canela.
EliminarJajajaja Me resulta familiar la historia. En mi caso era un muñeco rubio de pelo rizado y lo usaron para practicar tiro al blanco.
ResponderEliminarLo curioso es que al rato del berinche que me lleve, estabamos cantando con una escoba como micrófono a la luz de la luna. Que tiempos más divertidos con mi madre impartiendo justicia y paz a todos. BESOSSSS
Si, la infancia es así para quienes hemos tenido la suerte de vivirla como niños. Siempre llena de catástrofes y al momento de risas. No recuerdo que mis padres se enteraran de lo ocurrido, y seguro que como te ocurrió a tí, pasamos a otro juego sobre la marcha. Besossss
EliminarAyer pasé la tarde con mi nieto, y precisamente estaba pensando en lo bonita que es la niñez, con sus risas e inocencia y todo un mundo por descubrir. La felicidad que sentimos a esa edad es plena y las tristezas, nos rompen el corazón, pero esos momentos malos sólo duran un instante. Qué bonita es la niñez.
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