Llueve desde ayer por la tarde, las gotas rebotan sobre las hojas mustias
que tamizan el suelo, el repiqueteo que producen, junto al olor que desprende
la tierra mojada, propician ese estado
hipnótico en el que a tu mente afloran vivencias pasadas y por fin me decido a contar esta
historia.
¿Dónde está el niño? se oye a menudo en la casa. Él se acerca a sus
nonagenarios progenitores molesto por la insistencia, para que sepan que está
bien, no se ha tropezado ni se ha caído. Aquel hombre enorme con eterna mirada
de niño camina hacia la vejez sin ser consciente de ello, ocupado en la rutina
de los quehaceres diarios que él mismo se marca, ajeno al mundo que le rodea y
al que sólo presta atención breves instantes.
Vive en una eterna fantasía
en la que quiero suponerlo feliz, al menos así lo refleja su rostro y su
sonrisa. Sé que su mundo está en otra dimensión que no es la nuestra. Me
pregunto, si no nos ocurre en parte a todos lo mismo y en el fondo no somos tan
distintos. Él no entiende de finanzas, ni del sentido abstracto del vivir
diario o de las obligaciones de un trabajo. Su mundo es pequeño y gira en torno
a cosas sencillas. No todo han sido risas, también sufrió durante la niñez ante
la crueldad de niños y mayores, pero aprendió a callar el dolor para que
no descubrieran que como todos era vulnerable ante los empujones, las risas a
su espalda y los insultos por ser distinto al resto. Para ponerle remedio, el
paso de la niñez a la adolescencia lo vivió internado en un colegio muy
particular pero lejos del hogar, donde le dieron amor y respeto, le enseñaron a
ser independiente, a valerse por sí mismo y a entender que hacía las cosas de
otra manera. Disfrutó feliz de las vacaciones con la familia y regresó para
quedarse cuando se sintió preparado. Con el cariño de los suyos terminó por
creer en sí mismo, y convertirse en una persona optimista que se siente útil,
al que le gusta charlar y hablar sobre las noticias, a las que siempre añade
algo de su parte que termina creyéndose con absoluta certeza.

Sabemos que la vida no
siempre es justa y a él le ha castigado sin merecerlo porque es un ser de alma
limpia, pero no se queja, sonríe y bromea, canta y cuenta chistes. A sus
sesenta y cinco años empieza a reconocer que ha perdido la vista poco a poco,
que se le ha escapado de entre los dedos sin que nadie le encontrara remedio.
Ya no puede ver las películas de vaqueros o las españolas de los años setenta
con las que tanto disfrutaba, pero sigue luchando por seguir siendo él mismo,
aunque no distinga si está o no la luz encendida, aprendiendo a hacer las mismas cosas de forma mecánica, porque vivir entraña
puro aprendizaje, y esa lección la tiene asimilada.
Cuando lo vea otra vez, me
cogerá de la mano y me dirá, ven hermana y me llevará a su habitación para
enseñarme los nuevos barcos que inventa con su prodigiosa imaginación y hábiles
manos y que construye con piezas muy pequeñas de puzle. Le haremos fotos y los
alabaré porque en verdad son una maravilla y él se sentirá reconfortado, los
desarmará y vuelta a empezar. Pero acaso ¿no todo es empezar día tras día? Cada
día es igual al anterior pero también es distinto, nos presenta retos, nos da
quebraderos de cabeza además de alegrías, o como hoy, nos regala la lluvia.
Todos seguimos nuestro camino, cada uno en su propia isla azotada por los
cambios de estación. Pasará el otoño que ahora empieza y también el invierno y
habremos dejado atrás otro año, y llegará la primavera y de nuevo nos calentará
el sol del verano, y mi hermano seguirá imaginando y construyendo sus fabulosos
barcos de plástico.
Las ilustraciones son montajes fotográficos de creaciones realizadas por el protagonista de la historia.
ResponderEliminarQue bonito Floren.....quien es más feliz en esta vida nunca se sabe...En un corazón de niño siempre estará la pureza
ResponderEliminarEs cierto Mari Luz, pienso que las almas más inocentes, son las más felices.
EliminarBesossss