jueves, 4 de diciembre de 2025

Desgraciado

Las anécdotas dan pie para muchas ideas y cada quien las concibe de una forma diferente, como cuando te cuentan un chiste y cada cual lo revive imaginando la situación a su manera, y se ríe o no a carcajadas. En mi caso, me sugieren ideas sobre las que escribir o pintar.


Me gusta escuchar la radio sobretodo por las mañanas, y a mediados del mes pasado, en Radio Clásica, en un programa llamado “Música a la carta”, en la que en esa ocasión hablaban de desayunos y preguntaban al oyente, qué suele tomar la gente por las mañanas, un señor comentó algo muy ocurrente y que quiero compartir:

Decía que todos los días se desayunaba en la misma cafetería, que estaba situada cerca de un hospital y que cuando era niño regentaban sus padres. No sé si mezclo el bareto donde iba con otra mención en el programa, pero así está bien. Bueno, pues desde hacía unos años, empezaba el día tomándose lo que él llamaba un “desgraciado”. Me sorprendió el comentario, la verdad, pero luego el señor explicó en lo que consistía, y que no era otra cosa, que un café descafeinado con leche desnatada, y un edulcorante para endulzar.

Pues bien, yo llevo tomando “desgraciados” unos cuantos años, y no me había enterado, como supongo le pasa a media humanidad, jajajaja. La única diferencia, es que yo no los endulzo con nada y suele ser el único café que tomo en todo el día, y por qué les cuento todo esto, pues porque me parece que no tiene nada de particular, si no simplemente, tiene la importancia que le queramos dar.

La anécdota me pareció brillante y por eso la comparto y también porque desde hace años, y casi sin darme cuenta, vivo la Navidad como si tomara un “desgraciado”, y no sólo por la comida, en la que soy más comedida en cuanto a grasas y azúcares, sino por las actividades que se realizan por estas fechas. Todo ahora lo vivo más lento, que no necesariamente más light, pues saboreo intensamente cada momento, sino, cómo lo diría mejor, viendo la película desde fuera, observando en profundidad, y no hablo sólo de la Navidad. En fin, ustedes me perdonaran el lapsus, supongo que son cosas de la década de los sesenta.

Espero que con desgraciado o sin desgraciado, celebremos los almuerzos y cenas familiares, y o entre amigos, o solos, según las costumbres o las circunstancias de cada uno, atesorando el ambiente propio de este diciembre de 2025, que debería estar empapado de cariño y paz.

Felices Pascuas y Año Nuevo, que para felicitar los Reyes aún tenemos tiempo.