Llegó el último mes de 2024 y pronto, antes siquiera de darnos cuenta, celebraremos el Año Nuevo, y como siempre cuando algo termina, la añoranza nos guiará hacia los recuerdos. No obstante, seguiremos avanzando, luchando por lo que amamos en la vida, por mantener la ilusión, por sentir curiosidad, ganas de aprender y también de reír aunque a veces nos parezca que todo está roto. Las cosas se reparan o se adquieren nuevas, pero los seres que amamos y perdemos son insustituibles, y por eso, aunque el tiempo pase, vivirán siempre en nuestros corazones.
Que tengamos tod@s unas fiestas entrañables. Un fuerte abrazo.
Cuando
encuentras una puerta abierta puedes sentir el impulso de entrar, o
ignorarla y pasar de largo, según sea el caso. En el mío, me pudo
la curiosidad y no me resistí ante las ganas de asomarme. Ayudó
también que no había nadie por los alrededores, ni personas, ni
coches. Sólo ese silencio roto que se siente a veces cuando casi
estás en plena naturaleza y puedes escuchar el susurro de las hojas
al moverse, el canto de los pájaros y también el murmullo de la
ciudad que ronronea de fondo. El muro era alto, sin ventanas y sólo
había un portón sólido entreabierto tras el que había una
cancela.
A través del espacio entornado descubrí lo que parecía un parque con diversidad de plantas, algunas en flor... A mí me encantan las flores, así que atraída me asomé más, como una intrusa. El jardín era muy grande. Habían árboles majestuosos, increíbles, robustos y también flexibles, que balanceaban sus ramas como gigantes que juegan con la luz y el viento en un baile casi armónico.
El momento fue fantástico, hasta que una enorme cabeza de perro, se asomó por la cancela, espantando la magia con sus ladridos y dejándome con un gran susto en el cuerpo. De manera que aún medio flotando y agitada al mismo tiempo, continué mi camino.
¡Feliz Navidad y Año Nuevo!