martes, 4 de junio de 2024

Respeto al tiempo

 A veces me pregunto qué pensaran de nosotros los mayores, cuando por serlo, los tratamos con condescendencia. Como si por llegar a la vejez se hubieran vuelto ineptos, y su experiencia no tuviera valor. Como si por ser más lentos de reflejos, fueran incapaces de tomar decisiones.

 


El calor cargado de humedad, envuelve el cuerpo en una sensación pegajosa. Sin embargo, al señor con sombrero que está apoyado en la pared por fuera de la farmacia, mientras su hijo se ocupa de adquirir sus medicinas, no parece afectarle. Tiene 101 años y de momento su mente sigue todo lo ágil que la vejez se lo permite, y el cuerpo, salvo leves catarros como ahora, también va respondiendo.

Una señora pasa junto a él y le hace un leve saludo con la cabeza a lo que él, caballeroso, responde levantando levemente el sombrero. Ella deja tras de si un suave aroma a retama. Y él sonríe y su cabeza se transporta al instante al pasado.

Lo que no pudo ser pero casi fue. Ese pensamiento cruza su cabeza como un relámpago. Aquellas tardes luminosas de miradas de soslayo. Frases breves que lo dicen todo sin apenas decir nada y risas contenidas en muecas felices.

No pudo ser, pero le hubiera gustado tenerla como compañera.

Hace tiempo se volvieron a encontrar, ella casada, sin hijos y él casado y con descendencia. Y después de aquella breve conversación ya no supieron de qué hablar, y de nuevo el adiós, incómodo, se interpuso entre los dos.

Nuestra historia pasa girando como una rueda en una jaula de hámster, siempre en movimiento aunque a veces nos parezca que se ralentiza. Mejor sonreír a la mañana y recordar los buenos ratos, que siempre hay alguno.