La melancolía forma un círculo cerrado que nos aisla de nuestro entorno y hace necesaria la ayuda de otros (incluídos nosotros mismos) para romper ese vínculo con la tristeza y la oscuridad.
Nuestro mundo tiene mucho de hermoso pero generalmente, no se puede vivir sin la coraza puesta.
Con los ojos cerrados, sumida en la más absoluta oscuridad y echa un ovillo en el frío suelo, su cuerpo se estremeció. Al cabo de un instante volvió a suceder. Su cerebro hasta entonces inactivo se alertó. ¿Había sido un ruído? Se mantuvo vigilante, tensa y a la escucha. Ella había decidido permanecer allí, en aquella cueva, y que el mundo que la rodeaba quedara yermo y en tinieblas, desde aquel día en que las atrocidades de su hermano Susanoo (dios de los océanos, la guerra y las tormentas) la llevaran a no querer saber nada del exterior. ¿Quién la importunaba?
Nuestro mundo tiene mucho de hermoso pero generalmente, no se puede vivir sin la coraza puesta.
Con los ojos cerrados, sumida en la más absoluta oscuridad y echa un ovillo en el frío suelo, su cuerpo se estremeció. Al cabo de un instante volvió a suceder. Su cerebro hasta entonces inactivo se alertó. ¿Había sido un ruído? Se mantuvo vigilante, tensa y a la escucha. Ella había decidido permanecer allí, en aquella cueva, y que el mundo que la rodeaba quedara yermo y en tinieblas, desde aquel día en que las atrocidades de su hermano Susanoo (dios de los océanos, la guerra y las tormentas) la llevaran a no querer saber nada del exterior. ¿Quién la importunaba?
Luchó en vano contra la curiosidad que
despertaba en ella. Los sonidos llegaban cada vez con más
intensidad. Tenía el cuerpo entumecido pero poco a poco logró
levantarse y con cautela, mirar desde la boca de la cueva. Ama no
Uzume (diosa de la danza y la risa) iba en cabeza junto a otros
danzarines y gente con antorchas. Se iba despojando de las flores y
hojas que vestían su cuerpo hasta que quedó completamente desnuda.
Como una orgía danzante los dioses la acompañaban y coreaban.
Ya estaban en la entrada de la cueva,
Amaterasu dió unos tambaleantes pasos hacia ellos y con los ojos
convertidos en una raya insinuante preguntó con la voz rota de tanto
guardar silencio. -¿A qué se debe este alboroto? -¡A nacido una
nueva diosa!- gritaron todos al unísono y destaparon un enorme
espejo que hasta el momento llevaban cubierto. Amaterasu, que jamás
había visto su reflejo, se quedó absorta un instante y un rayo de
sol, que desde ese día llamaron amanecer, escapó de si misma y
rebotó en el espejo iluminándolo todo. Entonces exclamó
sorprendida “Omo-shiroi” (¡fascinante!). El dios
Ameno-Tajikarawo aprovechó el momento para cerrar la entrada de la
cueva con una cuerda sagrada que tejió con paja. La diosa, rodeada
de luz y festividad, superó la depresión y por fin la armonía de
la noche y el día regresó al mundo.