Hemos oído muchas
veces que el exceso de información es contraproducente, pero
también el no disponer de ella. Creo que es importante tener
la información que nos interesa para poder consultar sobre lo que nos ocupa y en consecuencia actuar o resolver. Lo que
sí está claro en cualquier caso, es que otros no pueden, ni deben,
decidir por tí.
Legna nunca había creído
en maleficios, mal de ojo, embrujos, ni hechizos, pero cuando tuvo
que hacerse cargo de la cristalería familiar torció la boca en un
gesto de disgusto. En el pueblo eran dados a creer en brujería y
sortilegios, así que en cuanto empezaron los encargos con espejos,
indeciso, buscó a uno de los cinco sabios del lugar para preguntarle
qué hacer si se le rompía uno.
Este le dijo que no tirara
las piezas rotas, que tendría que reutilizarlas o bien, convertirlas
en polvo y lanzarlas al viento. Al principio no le pareció una tarea
difícil, pero pronto tuvo una montaña de trozos de espejo, y de
artilugios colgantes y extraños que fabricaba con los trozos
sobrantes. Siempre le sobraban trocitos, de manera que vivía
nervioso y pendiente de triturarlos para convertirlos en polvo. Esto
último además era una faena muy laboriosa y encima tenía que
buscar el momento para lanzar el polvo al viento. Agotado con tanta
labor, decidió preguntar qué hacer con los trozos sobrantes de los
espejos, a otro de los sabios.
El segundo sabio le
propuso que cada vez que cortara un espejo, cogiera la pieza más
grande que sobrara para reflejarla en la luna, -pero tiene que ser la
primera luna llena tras la rotura-, le advirtió. Tristemente salió
de la entrevista mucho más angustiado de lo que entró.
Continuó sin remedio con
el trabajo, pero además ahora pendiente de la luna tras el trajín
diario, aprovechando los trozos que sobraban para fabricar otras
cosas y moliendo con cuidado el resto de los trocitos para lanzarlos
al viento. Aquello no podía seguir así, pues cada vez tenía menos
tiempo libre, de forma que se decidió por preguntar a otro de los
sabios.
El tercer sabio le comentó
que tenía que arrojar sal por detrás del hombro izquierdo, -pero
ten en cuenta que has de coger un puñado de sal con la mano derecha
y tirarla detrás de tu hombro izquierdo, ni se te ocurra hacerlo
sobre el hombro derecho, porque conseguirás justo el efecto
contrario, o bien, puedes bañarte en agua con sal y de paso te
relajas-. Salió de la entrevista un poco esperanzado, y al día
siguiente, siguió con su trabajo, pero con el frasco de sal cerca de
la mano derecha para no confundirse al lanzarla sobre el hombro
izquierdo, además, siguió haciendo artilugios con el resto de los
trocitos de espejo, moliendo en polvo el resto y guardando el trozo
más grande para que la luna llena se asomara en él. Pasados unos
días se encontraba al borde de la histeria, así que tras realizar
todas las tareas de prevención contra los malos augurios, llevó el
bote de sal al baño y optó por sumergirse en un baño relajante de
agua y sal. La primera semana todo fue de maravilla, pues el baño
le relajaba, pero no siempre tenía ganas de un baño, a veces le
apetecía un ducha, y por otro lado, las soluciones para prevenir los
maleficios se le hacían cada día más pesadas de realizar, así que
pensó que podía acercarse a preguntar a otro de los sabios, por si
le daba una solución mejor.
El cuarto sabio le
aconsejó que consiguiera amuletos de protección: una herradura de
caballo, un trebol de cuatro hojas, una pata de conejo, una piedra o
gema con energía Feng Shui, una llave...
Salió de la entrevista
completamente decepcionado. Aquello no parecía tener fin y cada vez,
mantenerse alejado de embrujos se complicaba más. Así y todo, colgó
una herradura dentro del establecimiento y se puso una piedra contra
el mal de ojo en el bolsillo. La vida continuaba, y él a pesar de
los baños de agua y sal se sentía agotadísimo, de manera que
decidió dirigirse al último de los sabios por si de casualidad daba
con la solución de su problema.
El quinto sabio tras
escucharlo le sonrió y le sugirió simplemente, no pensar en
maldiciones, pues -si no crees en ellas no te afectarán-. Por fin
alguien con sentido común -pensó Legna-. Tenía que haberlo hecho
así desde un principio.
Y desde entonces, trabaja
relajado en su taller donde continua colgada de la pared una
herradura de caballo. Sigue construyendo pequeños móviles con
trozos de cristal y espejo pues la gente los compra, y de vez en
cuando, para relajarse, se da un baño de agua y sal tras la jornada
de trabajo, o se va a enseñarle a la luna llena un trozo de espejo,
y no hace nada por miedo a los maleficios, sino porque se ha
convertido en una costumbre.
Las ilustraciones las realicé con acuarela, rotulador y un toque digital.
ResponderEliminarNo hay nada mejor que confiar en uno mismo.....
ResponderEliminarEs cierto, los consejos siempre vienen bien, pero uno debe tener la capacidad de decidir por sí mismo sin dejarse influenciar demasiado. Besosssss
EliminarLos consejos de otros te abren los ojos y acercan aspectos no tenidos en cuenta, pero hacerles caso a pies juntillas…. Pues no. De pequeña yo recuerdo que mi madre lo sabía todo, pero, ahora echo en falta un genio que admita preguntas. Confío que alguien lo esté inventando ¿a que sí mama?
ResponderEliminarUn genio que no ponga excusas y responda a todas nuestras preguntas sería el no va más, y es que siempre tendremos preguntas a las que no se le pueden dar respuestas certeras o que no sean ambiguas.
EliminarAdemás, no todo es blanco o negro, sin comentar los miles de aspectos de la vida y de nuestro entorno cercano y lejano que desconocemos... pero sería fantástico que de vez en cuando dispusiéramos de ese genio y nos echara una mano, jejejeje.