lunes, 4 de junio de 2018

Indios y cabelleras

¿Qué consideramos importante y qué no?, todo puede llegar a ser muy relativo y dependerá del valor que le demos a las personas, los hechos, las circunstancias y del corazón que dejemos prendido en los objetos que amamos.

Se oyen tambores de hojalata, cánticos indígenas, susurros y risas. Amarrada a un poste, con sólo jirones de pelo sobre su cabeza tras el violento arrancamiento de la cabellera, tiznada, arañada y mirando sin ver está ella, ajena a lo que ocurre.


Llegué con cautela atraída por el soniquete. Los cuatro danzaban a su alrededor y cuando la descubrí, me llevé una mano a la boca para contener un grito. No obstante y sin dudarlo, me enfrenté a ellos rabiosa, y entre lágrimas liberé a tiempo de mayores destrozos a mi muñeca favorita, que trasquilada, sucia y rígida, parpadeó con un ojo, al tiempo que con el otro me miraba fijamente. 


La abracé confiando en que así la eximía del susto, y me marché rumbo al refugio que ofrecía mi habitación, dejando a los salvajes indios sin presa a la que vilipendiar, y dispuesta a reparar dentro de mis posibilidades a mi compañera. Quizá tras la limpieza, pueda devolverle algo de dignidad con un sombrero que cubra la desnudez de su inesperada calvicie.


Adoraba esa muñeca de casi un metro de alto y bien proporcionada, que además daba unos torpes pasos si la agarraba de la mano y tiraba de ella. Para mí era muy importante pues la consideraba unas veces hermana y otras amiga, con ella conversaba, discutía y me reía, llenando así mis soledades de hija única; pero para mis hermanos, simplemente era una prisionera, elegida supongo que por destacar de entre todas mis muñecas. Probablemente, a esta altura de nuestras vidas no recuerden siquiera el episodio, que en este caso, sólo fue un juego de niños. Y es que donde unos no ven la relevancia, otros se dejaron el corazón hilvanado.