domingo, 4 de octubre de 2020

Leyenda Guayota

 Esta es mi interpretación sobre la leyenda Guayota, una historia guanche que se transmitió oralmente y por tanto ha ido variando con los años.

Guayota, era el principio maligno de las creencias guanches, siendo asimilado con la idea cristiana del diablo. Habitaba en el interior de la tierra, principalmente en el volcán del Teide, según los primeros historiadores de Canarias. El término, cuya forma primaria podría ser wa-yewta, ha sido traducido como 'golpear', 'combatir', o también más figurativamente como 'el destructor', se relacionaba con el fuego y con los procesos volcánicos destructivos. Era asistido por diversas entidades malignas menores, entre las que se encontraban Guañajé, Canajá y Jucancha, deidades protectoras del ganado cabrío, del ovino y del perro respectivamente, así como las personificaciones de diferentes fenómenos como el viento o los terremotos.

Echeyde, El Teide, era la morada de Guayota, identificado con el infierno en las creencias cristianas.

Magec, dios del sol y de la luz. Es posible que tuviese un carácter femenino, según una interpretación del vocablo como *ma-aɣeq ('madre del fulgor') o *m-aɣeq ('la que tiene fulgor').

Achaman, el dios supremo, que representaba un principio creador y sustentador, era denominado de diferentes formas según las atribuciones que poseía: Achamán era 'el Centelleante'.


Un estruendo terrible surge allá donde Echeyde respira, y sigue retumbando el estrépito como si fueran truenos en una tormenta seca, como alaridos furiosos que no presagian nada bueno. A los gritos de la montaña le acompaña el tiritar de la tierra que se estremece miedosa. De pronto el entorno se llena de un silencio sobrecogedor que dura un instante y desaparece con una brutal explosión, que avisa que en Echeyde se abren las puertas del infierno. Todo se oscurece pues escapan fumarolas cargadas de ceniza y hasta el cielo suben lenguas de llamas rojas y naranjas que empequeñecen las nubes. Guayota en forma de perro rabioso escapa y aulla al tiempo que atrapa a Magec, que sorprendido no se defiende y queda encerrado en el interior de la montaña. El aire se hace irrespirable, se vuelve gris y el maligno se pasea a sus anchas dejando una gran herida abierta en la cumbre de Echeyde, donde todo es fuego.


Resuenan con violencia las explosiones, caen enormes piedras ladera abajo llevando consigo el incendio del averno, y llueve más ceniza que como hojas secas lo sepultan todo. Durante días huele a castigo, al azufre de las entrañas de la tierra. Echeyde escupe el mal que lleva dentro y Guayota lo quema todo a su paso.

Los Guanches aterrados imploran a Achaman, el dios del cielo, para que los salve, los libere del mundo de tinieblas donde los ojos y el pecho arden. Le imploran sin descanso, mientras mantienen hogueras encendidas, para que Guayota crea al pasar, que lo hace sobre su infierno y no calcine los lugares donde viven.


Achaman se apiada del pueblo que le ruega y tras una dura pelea contra el mal se adentra en Echeyde arrastrando consigo a Guayota y su ruindad, libera a Magec, el sol y dios de la luz, que aún sorprendido busca de nuevo su lugar entre las nubes. Luego, para cerrar la boca del volcán, Achaman esparce ceniza blanca sobre la cima, que desde ese día los guanches llamarán Pan de Azúcar y poco a poco la normalidad regresa a la isla, pues cada dios está en el lugar que le corresponde, aunque de vez en cuando, se sientan los resoplidos de Guayota que se revuelve furioso en el interior de Echeyde y escapa así entre las piedras de la cumbre, el olor del infierno.

3 comentarios:

  1. Las ilustraciones las realicé con acuarela y unos toques de rotulador.

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  2. Gracias Floren preciosa historia y por ilustrarnos sobre las leyendas de tu tierra que es hermosa

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    1. Las gracias son para ti que te animas a leer y escribir en el blog. Las leyendas tienen ese encanto naif de las historias transmitidas de boca en boca y una enseñanza en el trasfondo siempre interesante. Un abrazo

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