martes, 4 de junio de 2019

Taconeando

Y mientras salía corriendo, pensaba que ellos jamás serían capaces de ver el mundo a través de sus ojos, porque la vida es una carrera de constantes pruebas y cambios a la que aunque acompañados, nos enfrentamos solos.

Allí está el armario. Lo mira con truhanería, entrecerrando los ojos, de medio lado, hasta que por fin se decide a tocarlo suave y torpemente.

En la habitación vacía resuena tímidamente el taconeado arrítmico, y se intuye más que se oye su risa, pues nervioso, se tapa la boca con la mano. Se siente feliz usurpando el rol de otro, y un cosquilleo vivaracho le sube y le baja desde los pies a la barriga, de manera que taconea más fuerte y deprisa.


Un collar de cuentas redondas le cuelga casi hasta las rodillas, y un poco más arriba, un medallón se balancea como un péndulo de una cadena. Una blusa demasiado ancha y una falda puesta no sin dificultad, quedan apresadas por un pañuelo lleno de pequeñas hojas.

Ahora necesita el toque mágico, así que sube a la silla tras un aparatoso y complejo esfuerzo. Elige la barra de labios de color rosa. Es bonita. Y como ha visto hacer en repetidas ocasiones, abre la boca y la pasa por los labios con bastante poco éxito, a ella le queda mejor. Al bajar ha estado a punto de caerse de bruces, lo de los tacones no es tan fácil como parece, pero ya está de nuevo ante el gran espejo y se observa sin dejar de emitir esas risitas nerviosas. Primero da vueltas y taconea, luego taconea y da vueltas. 


Mamá se asoma al umbral de la puerta buscándolo, lo han descubierto. Echa la cabeza hacia atrás al mismo tiempo que desde su garganta explosiona una carcajada franca y abierta. Levanta una mano llena de pulseras y anillos que giran locos en sus dedos de niño y dando trompicones se abraza a sus piernas, y su madre riendo, lo presiona divertida contra sus rodillas.
Él ahora no es consciente de ello, pero nunca olvidará ese abrazo contra las piernas de mamá.

Fin de la función.

Dedicado a mi pequeño nieto Eric, que empieza a zapatear por el mundo con sus grandes ojos y sin perder detalle.

3 comentarios:

  1. Acuarela y rotulador es la técnica que elegí para las ilustraciones, con el toque digital que le doy siempre.

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  2. Hola, Cuantos niños y niñas he visto vestirse con la ropa de mama. Y sobre todo los zapatos, madre mía la ilusión que hace ponerse los zapatos
    de mama, ese sonido del arastra y taconea sucesivo, es único.
    Una vez vi a un niño que se puso una falda de vuelo y se miró al espejo y se quedó serio. Yo pensé, está viendo que es ropa de niña. Pues nada más lejos, estaba cavilando. Al momento empezó a girar en redondo y la falda se subía hasta ponerse casi horizontal, y otra vez y otra, y advertí la alegría del niño con esa ropa de su madre que tanto juego le daba.
    Un abrazo para Eric y otro para ti

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    1. Probarte algo nuevo siempre aporta un punto de ilusión, y cuando eres pequeño, si la ropa es de un adulto se convite poco menos que en una aventura. Eric está en esa etapa de descubrirlo todo y de experimentar con todo, porque todo le fascina y todo sirve para pasarlo bien. Un abrazo grandote.

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