sábado, 4 de agosto de 2018

Crepúsculo

El crepúsculo, ese espacio que transcurre en la penumbra, cuando el sol apenas asoma o no llega a esconderse en el horizonte, cuando las pupilas se agrandan buscando la luz, los sonidos se acentúan, el tiempo parece aletargarse y sientes que los depredadores acechan esperando su momento. Ese instante en el que eres consciente de que como un micropunto en el espacio infinito, formas parte del ciclo eterno de la vida y la muerte.

Recogen los bártulos tras un día de playa, de relax, risas y juegos, de chapotear en el agua y de observar el entorno submarino con las gafas de bucear puestas. La algarabía de chicos y grandes se va con ellos y la pequeña playa queda sola, bajo el rumor del mar y el grito ausente de alguna gaviota que se resiste a abandonar un día de pesca.

Como una melodía hiriente, la brisa eriza la superficie marina formando minúsculas crestas. El aire empuja esporas que viajan desde tierra adentro formando espirales antes de arrastrarse por el suelo y envolverse en la negra arena volcánica de la playa.


En la profundidad oscura de la charca que formaron los brazos de lava hace siglos, el pulpo mimetizado con su entorno, aguarda el movimiento impetuoso y turbio de la marea tras la llegada de la noche para acechar y saborear con las ventosas los infelices peces y crustáceos que caen bajo su enredado abrazo y mortal pico.


El sol se acerca al horizonte y el balanceo del mar se hace más intenso. La morena de mirada codiciosa y paciente observa desde su guarida, a la bandada de pequeños peces que busca en el lecho marino restos de seres muertos o pequeños cangrejos. Los peces que en su búsqueda se adentran en la cueva donde habita el pulpo no vuelven a salir. Los cangrejos que son descubiertos, corren para salvar la vida y se camuflan entre las algas, otros se quedan inmóviles, completamente aterrados y son devorados al instante.


El ciclo vital se paraliza un segundo, cuando de manera inexplicable llueven trozos de cadáveres, que al momento, son recibidos por todos como maná del cielo en un loco festín sin tregua. Mientras, en la superficie, sobre la punzante roca negra, otro depredador prepara en silencio con manos fuertes y ágiles sus enseres de pesca envuelto en la penumbra nocturna. El crepúsculo ya está aquí, adentrándose léntamente en la noche, y la rueda de la muerte y la lucha por la vida sigue su curso con todo lo trágico y lo hermoso que conlleva, y mañana, sin tregua alguna, otro crepúsculo dará paso al día.