Niñez e
inocencia van siempre anudados hasta que un día de improviso, el lazo se alarga
como si despertara de un hechizo. En ocasiones esa sacudida llega antes de
tiempo, una de las causas es que pedimos a los pequeños que tomen decisiones
que no les corresponden, que se responsabilicen, que sean sensatos, que no
hagan locuras; en definitiva, que dejen de ser niños. Los adultos tenemos tanta
prisa por deshacernos del peso que supone nuestra responsabilidad hacia los
menores y la dependencia que supone la
niñez, que les robamos con frecuencia la inocencia, porque pensamos que
educación y diversión no pueden alternarse o compaginarse.
El viento
sopla, sopla y sopla
-Uhuuu,
uhuuu.
Protegida
con abrigo y bufanda, dejo que mi pelo baile al son que toca.
-Uhuuu,
Uhuuu.
Con los
brazos extendidos giro y giro, y él parece que gira conmigo.
Cierro los
ojos, me dejo empujar y al abrirlos descubro que todo se mueve sin cesar.
-Uhuuu,
Uhuuu.
Parece
enfadado, pero sólo quiere jugar, y sopla y sopla sin parar.
-Uhuuu,
Uhuuu.
-Uhuuu,
Uhuuu.
Me encanta
danzar con el viento porque me siento volar. Sueño con androides, también con
súper héroes, con países lejanos y dragones alados.
-Uhuuu,
Uhuuu.
Oigo que me
llaman: -¡Pero niña entra en casa! ¡Tienes el pelo como una maraña! Y muy a mi
pesar, dejo al viento sólo en el patio aullar.
-Uhuuu,
uhuuu, uhuuu.
Las ilustraciones las realicé con acrílicos, lápices de colores, rotulador y un toque digital.
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