viernes, 5 de febrero de 2016

El frío invierno





Desayunar relajadamente te envuelve en una  atmósfera singular,  porque te permite  pensar en las cosas importantes o simplemente observar,  prestar atención a  algo tan sencillo como la vida que se mueve a nuestro alrededor. Son momentos únicos y preciosos que permanecerán para siempre en nuestra retina.

Me senté en el banco para hacer tiempo, sin reparar en el anciano hasta que empezó a hablar. Sentado bajo un rayito de sol en el otro extremo, no apartaba la vista de la zona ajardinada que se extendía frente a nosotros. Llevaba un sombrero de ala corta, un chaquetón marrón bastante abrigado, unos vaqueros y unos botines que parecían muy cómodos. Tenía una voz agradable, que acostumbrado a hablar en público modulaba con destreza.

-Observar el titilar de la vida entre las flores de un jardín o en un charco, es un privilegio. Disfrutar de los reflejos de la luz sobre el agua, donde mil formas y colores surgen de la nada y se desvanecen igual. Y tener la paciencia suficiente para ver avanzar la luz entre los árboles, cómo camina ofreciendo claridad y sombra entre las hojas y la hierba; mirar las flores silvestres que se mueven agradecidas por la brisa y el susurro de las ramas en el bosque es una maravilla. 


Relaciono el invierno con pies fríos. Las lluvias traen humedad y los huesos se resienten; pero así y todo, me gusta sentir el aire frío en la cara cuando salgo a caminar y la brisa que lo empuja. Sentir el escalofrío que produce en nuestro cuerpo el cambio de temperatura, y como un ritual propio de la estación, arroparme con el chaquetón y meter las manos en los bolsillos.  Escuchar el corretear de las hojas por el suelo como viejos recordatorios del otoño que no se rinde y saber que alguna flor pese al frío, brotará entre los esqueletos dormidos de las plantas.


El color del invierno en estas latitudes es diferente, cada tarde, las brumas que bajan por la ladera de la montaña vuelven todo pardo, la niebla del amanecer  provoca un espacio irreal y sin gravedad. Las nubes son de un gris casi blanco, o casi negro cuando hay tormenta, y después de la lluvia que tanto escasea últimamente, el cielo de repente se vuelve de un azul intenso y limpio y es que la lluvia es mágica, su monotonía apacigua y sentarme a tomar una taza de té, mientras la gente pasa por la acera enfrentándose al invierno, es uno de mis pasatiempos favorito, y es que cuando nos sentimos a gusto y calentitos, las cosas se ven de otra manera. 


Sabe, relaciono los problemas con la idea gris y fría que tenemos del invierno, y para buscarles solución, mi táctica consiste en dejarme llevar y para ello, lo mejor es sentarse un rato al sol. La solución siempre llega de manera inesperada, a veces la tenemos delante y no la vemos. -Y entonces suspiró y sonrió por primera vez.

-Durante aquel poético monólogo, que me enganchó y del que confieso me dejó con la boca abierta desde el principio, no fui capaz de levantarme hasta que lo hizo él, dejándome de pie, asombrado y sin palabras. En ese momento giró su rostro hacia mí y me sonrió otra vez, me saludó con la cabeza y me dijo -Gracias por escuchar, -luego metió la mano en la chaqueta, sacó un bastón blanco del que utilizan los ciegos, lo desplegó  y emprendió su camino dando pequeños golpecitos sobre el suelo.