viernes, 4 de noviembre de 2016

El niño





Llueve desde ayer por la tarde, las gotas rebotan sobre las hojas mustias que tamizan el suelo, el repiqueteo que producen, junto al olor que desprende la tierra mojada,  propician ese estado hipnótico en el que a tu mente afloran vivencias pasadas  y por fin me decido a contar esta  historia. 

¿Dónde está el niño? se oye a menudo en la casa. Él se acerca a sus nonagenarios progenitores molesto por la insistencia, para que sepan que está bien, no se ha tropezado ni se ha caído. Aquel hombre enorme con eterna mirada de niño camina hacia la vejez sin ser consciente de ello, ocupado en la rutina de los quehaceres diarios que él mismo se marca, ajeno al mundo que le rodea y al que sólo presta atención breves instantes. 

Vive en una eterna fantasía en la que quiero suponerlo feliz, al menos así lo refleja su rostro y su sonrisa. Sé que su mundo está en otra dimensión que no es la nuestra. Me pregunto, si no nos ocurre en parte a todos lo mismo y en el fondo no somos tan distintos. Él no entiende de finanzas, ni del sentido abstracto del vivir diario o de las obligaciones de un trabajo. Su mundo es pequeño y gira en torno a cosas sencillas. No todo han sido risas, también sufrió durante la niñez ante la crueldad de niños y mayores, pero  aprendió a callar el dolor para que no descubrieran que como todos era vulnerable ante los empujones, las risas a su espalda y los insultos por ser distinto al resto. Para ponerle remedio, el paso de la niñez a la adolescencia lo vivió internado en un colegio muy particular pero lejos del hogar, donde le dieron amor y respeto, le enseñaron a ser independiente, a valerse por sí mismo y a entender que hacía las cosas de otra manera. Disfrutó feliz de las vacaciones con la familia y regresó para quedarse cuando se sintió preparado. Con el cariño de los suyos terminó por creer en sí mismo, y convertirse en una persona optimista que se siente útil, al que le gusta charlar y hablar sobre las noticias, a las que siempre añade algo de su parte que termina creyéndose con absoluta certeza.


Sabemos que la vida no siempre es justa y a él le ha castigado sin merecerlo porque es un ser de alma limpia, pero no se queja, sonríe y bromea, canta y cuenta chistes. A sus sesenta y cinco años empieza a reconocer que ha perdido la vista poco a poco, que se le ha escapado de entre los dedos sin que nadie le encontrara remedio. Ya no puede ver las películas de vaqueros o las españolas de los años setenta con las que tanto disfrutaba, pero sigue luchando por seguir siendo él mismo, aunque no distinga si está o no la luz encendida, aprendiendo a hacer las mismas cosas de forma mecánica, porque vivir entraña puro aprendizaje, y esa lección la tiene asimilada.

Cuando lo vea otra vez, me cogerá de la mano y me dirá, ven hermana y me llevará a su habitación para enseñarme los nuevos barcos que inventa con su prodigiosa imaginación y hábiles manos y que construye con piezas muy pequeñas de puzle. Le haremos fotos y los alabaré porque en verdad son una maravilla y él se sentirá reconfortado, los desarmará y vuelta a empezar. Pero acaso ¿no todo es empezar día tras día? Cada día es igual al anterior pero también es distinto, nos presenta retos, nos da quebraderos de cabeza además de alegrías, o como hoy, nos regala la lluvia. Todos seguimos nuestro camino, cada uno en su propia isla azotada por los cambios de estación. Pasará el otoño que ahora empieza y también el invierno y habremos dejado atrás otro año, y llegará la primavera y de nuevo nos calentará el sol del verano, y mi hermano seguirá imaginando y construyendo sus fabulosos barcos de plástico.



A mi hermano, el mayor.

3 comentarios:

  1. Las ilustraciones son montajes fotográficos de creaciones realizadas por el protagonista de la historia.

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  2. Que bonito Floren.....quien es más feliz en esta vida nunca se sabe...En un corazón de niño siempre estará la pureza

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    1. Es cierto Mari Luz, pienso que las almas más inocentes, son las más felices.
      Besossss

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