jueves, 1 de octubre de 2015

Un segundo


Los enormes castaños que diviso frente a la ventana, hace nada eran unos esqueletos grises y ahora están llenos de hojas verdes y erizos de color amarillo limón, me acabo de dar cuenta y me sorprende, es la señal de que el año, las estaciones, los meses y los días avanzan sin tregua camino del otoño.

Paseaba distraído por la calle, se había levantado temprano para ir a caminar como todos los días, porque después de tantos años madrugando, ahora que ya no tenía que hacerlo, su cuerpo y su mente estaban tan acostumbrados que se despertaba aún sin pretenderlo.

Había pasado un año tras la celebración de su jubilación, en la que recibió por cuarenta años de entrega al trabajo varias palmadas en la espalda, un pisapapeles con la fecha del evento y una pensión de la que podían subsistir, que tal y como estaban las cosas era mucho más de lo que tenían otros.

La mañana siguiente a la despedida, al mirarse al espejo con detenimiento por primera vez en mucho tiempo, fue consciente de la edad que tenía y del paso inevitable del tiempo. Ahora, mientras caminaba pensó que durante el transcurso de los meses había logrado aclimatarse casi por completo a su nueva vida que al principio le resultaba extraña, y empezaba a disfrutar de la misma, de la familia a la que no siempre dedicó la atención que debía, los nietos que iban creciendo y los hobbies. Había saboreado parte de todos aquellos deseos que se planteó alguna vez en el pasado, pero tenía también la certeza de que muchos eran inalcanzables y que por otro lado, le quedaba mucho terreno por recorrer y no se iba a amilanar ante los retos. Sólo había algo que le preocupaba y era que se estaba quedando un poco sordo, bueno, la verdad es que oía poco y ante esa verdad se sentía impotente, pero no pensaba sucumbir a la idea de ponerse aparatos, no señor, él no sería como esos jubilados que andaban por ahí con esos chismes sobre las orejas.

En resumen, podía asegurar que a su manera era feliz, si la felicidad consiste en aceptarse a uno mismo y a los demás con sus defectos y virtudes, tener alguna ilusión y seguir sintiendo el deseo de sonreírle a su mujer como el primer día que la vio.

Durante el paseo algo llamó su atención y giró la cabeza hacia detrás, al mismo tiempo que sus pies que caminaban por inercia, le guiaban hacia el paso de peatones. La acera tenía un desnivel para facilitar el acceso y su cuerpo se inclinó bruscamente hacia delante cuando perdió el equilibrio. No tuvo tiempo de reaccionar. Su cabeza sobresalió de la acera tan sólo un segundo, justo en el momento en que pasaba un todo terreno.

El espejo saltó por los aires y su cabeza rebotó contra el suelo tras recibir el impacto. Nunca supo el revuelo que se armó a su alrededor, ni los días que su familia esperanzada pasó en la clínica junto a su cama.

No podemos adivinar lo que nos va a suceder el próximo instante, aunque pretendemos organizar y preverlo todo, por eso soy de los que cree que debemos apurar hasta el último segundo el disfrute del presente. Nunca se es tan viejo como para no merecer vivir un día más, ni tan joven como para tener la garantía de que no vamos a morir mañana; siempre nos queda por otro lado, el apoyarnos en la creencia de que hay una continuidad en el más allá, como espíritus, almas o fantasmas, y eso puede consolarnos y también tranquilizar nuestro ego. 

1 comentario:

  1. Las ilustraciones están realizadas con la técnica de la acuarela y bolígrafo, y tratadas luego digitalmente.

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