viernes, 1 de mayo de 2015

Indígenas


La mayoría de nosotros alguna vez a lo largo de nuestra vida, hemos podido disfrutar de la magia que envuelve a un grupo que se ha sentado alrededor de una hoguera para contar historias o charlar. Son momentos únicos, irrepetibles, que reconfortan con una camaradería especial a quienes lo viven.


Estaban sentados como cada atardecer alrededor del anciano que era el representante de la tribu. Amiti lo observaba con veneración porque era sabio y paciente. Le faltaban por lo menos cinco dientes que se pudiera apreciar, estaba muy flaco porque ya no comía bien y parecía muy cansado. No sabía cuántos ciclos había vivido, al menos más de sesenta y eso era mucho tiempo. La lucha con la vida diaria en aquel entorno era dura y eso nos hacía viejos, pero era el mundo de magia real donde les gustaba estar. A lo largo de cada ciclo se sucedían grandes peligros y grandes bondades como nos decía él siempre. 

Cuando el Gran sabio decidiera dormirse para siempre ella sería la sucesora, porque así lo marcaban las leyes de los antepasados. El Gran sabio no tuvo hijos, la siguiente en edad era Yoseba, su madre, demasiado mayor también y Amiti era su primer alumbramiento, y por tanto la destinada a ese cargo de tanta responsabilidad.

Hacía mucho que una mujer no era elegida por los dioses primero y el pueblo después, para guiar a la tribu. Eso era bueno según contó el sabio, pero Amiti no lo tenía tan claro. Había sido educada desde muy niña en las artes de las hierbas, la caza y la orientación, pero tenía muchos miedos, le perseguía la incertidumbre y le preocupaba no guiar con sabiduría al pueblo. Gran sabio siempre le decía que justo así, se sentía él todos los días, pero –¿Cómo era posible?– se decía ella, si él siempre hacía y decía lo más acertado.


El fuego estaba encendido para animar el espíritu, ahuyentar a los cazadores nocturnos que eran muchos y además, calentar el cuerpo de los pequeños dioses caídos sobre aquel paraje y que formaban la tribu.

Gran sabio levantó levemente las manos como hacía cada noche y dirigió una mirada a todos y cada uno de los miembros del círculo. Sería la última vez que lo haría, pero ellos lo ignoraban y además pertenece a otra historia, sólo Gran sabio conocía ese secreto. Todos de pronto dejaron las risas y los murmullos cesaron, tan sólo se oía el crepitar de la leña en la hoguera y entonces Gran sabio comenzó a hablar:

–Nuestra historia cuenta que en un tiempo muy lejano vivió Guita, el que llegó a ser el más importante de nuestros guías, pero antes de serlo, él se sentía como el ser más pobre de la tribu porque aparentemente todo le salía mal y nada poseía.


Llegado el día de las ofrendas al gran río, no tenía nada para dar, ni pieles, ni frutos y se sentía muy desdichado. Caminando lleno de angustia en su desesperación sin rumbo, se alejó de la aldea hasta llegar a un lugar desconocido, más árido, donde crecían árboles con una forma muy rara y mucha maleza, entonces tropezó con una rama que crecía casi pegada al suelo. Lleno de rabia intentó romperla entre sollozos pero no podía. Al final, tras mucho trabajo y las manos ensangrentadas por la lucha con las astillas, logró partirla. Comprobó que era liviana, dura, bastante recta y que uno de los extremos al romperse había  quedado afilado. Entonces, furioso y gritando con todas sus fuerzas, la lanzó cogiéndola por un extremo; para su asombro, avanzó mucho y quedó clavada en un extraño y enorme tronco hueco. Cansado por el esfuerzo, la caminata y el dolor que sentía en las manos, se acurrucó dentro del extraño árbol y se durmió a resguardo de la fría noche. 

En sueños le fue revelada la leyenda del árbol: "El árbol baobab era magnífico, crecía muchísimo y su tronco era tan ancho que podía albergar a muchos hombres juntos. Llegó un momento en que creció tanto, que se atrevió a desafiar a los dioses creyéndose el más majestuoso de los seres vivos por alcanzar las nubes y el más poderoso por su porte. Los dioses enfadados ante tanta soberbia, lo arrancaron del suelo y lo pusieron cabeza abajo, enterrando su copa y dejando sus raíces crecer hacia el cielo, de esta manera fue condenado para siempre a crecer al revés, y por eso desde aquel entonces su tronco y su aspecto es el que conocemos ahora".


Por la mañana temprano Guita regresó al poblado con una historia que contar y la mejor de las ofrendas, el arma para la caza que caracteriza a nuestra tribu con los dibujos de la mano de su dueño pintados con sangre. Cuando más adelante fue elegido como guía, hizo que nos trasladáramos al lugar donde los árboles crecen al revés, y es donde desde entonces habita nuestra gente, entre los árboles baobab.

Todos tenemos un tesoro por descubrir dentro de nosotros, a unos les cuesta más que a otros encontrarlo, pero tarde o temprano termina por aflorar, sólo es cuestión de tiempo y de no desesperar.–

1 comentario:

  1. Las ilustraciones están realizadas con acuarelas y rotulador fino, sobre soporte de esqueleto de hoja de tunera.

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