domingo, 1 de marzo de 2015

Chibichí


¿Has oído alguna vez el piar de los polluelos dentro del nido? A mí me producen aleteos en el corazón y cosquillas en la barriga, se me dibuja una sonrisa en la cara y los ojos me brillan. Deseo ser pequeña y formar parte de tan singular familia para ver lo que ocurre dentro del nido, pero eso no es posible. Así que en realidad, lo que hago es procurar no hacer nada de ruido cuando ando cerca para no importunarlos y pasar lo más desapercibida posible, pero soñar es gratis y no puedo evitarlo.

Chibichí siempre pensó que alguien guiaba sus pasos como si hubieran escrito lo que tenía que hacer en cada momento. Como pájaro joven que era, se pasaba la vida saltando y chapoteando en cuanto encontraba agua, no paraba quieto en ningún sitio, pero al contrario de lo que se pudiera pensar, en sus correrías por el campo había tenido tiempo para conocer a muchos otros pájaros aunque no todos eran amigos. Algunos se animaban a viajar con él un trecho y esos momentos eran intensos y muy divertidos porque hacían piruetas en el aire, caían en picado, saltaban o simplemente volaban moviendo sus colas. También se peleaban y discutían piando sin cesar. Gracias al trato con sus congéneres aprendió qué animales debía evitar, cuáles podían resultar peligrosos, dónde encontrar los manjares más ricos y en qué zonas se disfrutaba mejor del viento y el agua.

Una mañana de enero una avispada pajarilla le guiñó el ojo mientras hacía en el aire  su voltereta preferida y a punto estuvo de estrellarse. Tras ese instante sintió la necesidad de asentarse y como había hecho siempre, se dejó llevar por su instinto y de pronto sin saber cómo, se encontró elaborando un nido. Eligió una pared a cubierto del viento donde colgaban claveles de aire y se puso a trabajar sin descanso durante días, febrilmente, y se sorprendió cuando de repente vio el trabajo terminado. Estaba realmente fantástico, nunca pensó que fuera capaz de hacer algo tan bonito.

En cuanto lo terminó apareció como si lo hubiera estado esperando, la preciosa pajarita y comprobó asombrado como su cuerpo se hinchaba como un globo y se pavoneaba moviendo la cola mostrándose ágil y espabilado. No debió hacerlo muy mal porque ella se mostró dispuesta ante el cortejo y en menos de lo que caza el temible cernícalo, estaban los dos afanados en los preparativos de la puesta llenando de pequeñas y suaves plumas el interior del cubículo. Mientras trabajaban se rozaban cariñosamente los picos, se tocaban las alas y sus largas colas manteniendo un cortejo sin fin.

Si eso era vivir en pareja, él estaba encantado. Al cabo de un tiempo ella puso tres huevos y Chibichí se quedó noqueado, perplejo y atónito con el acontecimiento. Como su compañera desde aquel día no se levantaba del nido para que sus huevos no se enfriaran, Chibichí divertido, empezó a traerle de vez en cuando un pequeño insecto, hasta que un día aquellos huevos comenzaron a moverse un poco y eclosionaron unos diminutos pajarillos sin plumas, feos como demonios y con unos enormes ojos que le escrutaban.


Desde aquel momento empezaron a piar pidiendo alimento y para Chibichí y su compañera terminó la paz y el romanticismo. No pararon ni un momento en busca del preciado alimento. Aquello era un tormento, ¿cómo pudo parecerle divertido alguna vez?. En varias ocasiones se le pasó por la cabeza abandonar y dejarlo todo, pero cada vez que entraba en el nido y veía a sus polluelos reconocerlo y acercárseles sin temor, entendía lo vulnerables que eran y volvía a salir a buscar más comida, así estuviera lloviendo, soleado o con viento.

Cuando andaba a la caza y captura de algún insecto observaba a sus congéneres saltar, volar y chapotear sin mayor preocupación que disfrutar el día a día y una punzada de envidia le atravesaba, hasta que un día entendió que para su asombro, también él a su manera era feliz. Los polluelos crecían a buen ritmo y llegaría el día en que abandonarían el nido como lo hizo él una vez. Entonces sería el momento de volver a dejarse llevar por las ondas del viento, a saltar piando entre las ramas y a bañarse en los charcos con los ojos y la fuerza de un veterano.


1 comentario:

  1. Las ilustraciones están trabajadas con acuarelas y bolígrafo sobre papel de grano grueso.

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