lunes, 9 de febrero de 2015

Aromas


Mientras coloreaba con los creyones se me acercó Ángel y me susurró al oído –Mnnmm, huele a primer día de cole–, y al instante me transporté a la niñez y los días de clase. 
Aunque no se aprecia, estoy entre la platanera
Recuerdo un curso en que me compraron una maleta de plástico, como los maletines para ejecutivo pero sin tapa y con una simple asa, no tenía correa para colgarla, por aquel entonces aún no se usaban las mochilas y los niños no elegíamos nuestro material como ocurre ahora, pero en aquella ocasión tuve suerte. Tenía una textura como de tela, imitaba un tejido a cuadros en tonos bastante oscuros que iban desde el azul, gris y verde hasta el negro. Me encantaba esa maleta porque siempre olía a juguete nuevo. Tenía una cremallera por delante donde me cabía una  caja de creyones, que también me gustaba acercar a la nariz para sentir el olor de la madera cada vez que los iba a usar. Es curioso, nunca me gustó mucho el cole (cosas del destino, terminé ejerciendo de profe a la que le gustaba mucho su trabajo), pero me sentía muy feliz llevando esa maleta a clase.

Preparada para el cole con mi querida maleta
Ese gesto de llevarme los materiales de dibujar a la nariz no lo he perdido, sigo intentando que me envuelva ese aroma especial, como el que tienen los libros nuevos. El papel nuevo huele de maravilla, pero también me gusta el olor de los libros viejos o el de los materiales de restauración, los aceites y barnices, la esencia de trementina al mezclarla con los pigmentos cuando vas a reintegrar el color o el que producen los cuadros recién reentelados. El olor del taller de trabajo que mantiene una atmósfera donde todos esos aromas conviven formando uno solo. Siempre lo relaciono con los trabajos recién terminados, con la habitación limpia y recién pintada, el olor del plástico con que se forran los libros nuevos, un mueble que acabas de comprar que huele a madera y embalaje, un retal de tela, cartulinas y papeles, esas  gomas para borrar que de ricas que huelen te las comerías, o los bolis que al escribir desprenden aromas de caramelo, vainilla y chocolate.

No hay nada mejor que unas vueltas en patineta en el descanso del mediodía
Cuando me siento ante la mesa de trabajo, de antemano ya sé que me acompaña todo el repertorio de olores que me guiará hacia otros mundos, otras vivencias o como hoy que sin pretenderlo me ha llevado de la mano hacia la niñez.

3 comentarios:

  1. En este caso está claro que las ilustraciones son fotografías con un poco de tratamiento digital

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  2. Dice mi madre -ROSA- que le ha recordado cuando iba de pequeña a llevarle la comida a su hermano que estaba en el campo. Iba con su cestita y a veces se encontraba con sus primas y se ponían a jugar y se le iba el santo al cielo. Pero que BUEN recuerdo tiene de aquellos momentos.
    Un besazo FLOREN

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  3. Siii, justamente esa es la idea del texto. Cómo de repente un olor te hace recordar momentos de la vida y te ves como tu madre caminando por el campo, con la cesta en una mano y el espíritu de niña lleno de pájaros. Me alegro de que disfrutara con el recuerdo agradable de los juegos. Muchos besos para las dos.

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