domingo, 14 de diciembre de 2014

Libros bajo la cama



Decidió meterse en la cama pues regresaba muy cansada del viaje y tan angustiada como se había marchado. Los paseos, las visitas y el relax no funcionaron como era de suponer, estaba desesperada, hacía semanas que no lograba escribir nada y se sentía huraña, andaba perdida desde hacía un tiempo y no conseguía concentrarse lo suficiente, era como si la imaginación, que siempre le había funcionado tan bien, se hubiera tomado vacaciones. Aquello era lamentable porque no sólo le ayudaba a pagar las facturas, sino que también la hacía feliz.


Despertó bruscamente con el sol dándole de pleno en la cara, tenía la boca seca y dolor de cabeza, "la reina del despiste" –pensó–, había dejado las persianas sin bajar. En ese momento le vino a la cabeza el sueño que rondaba por su cabeza en ese momento, trataba de un personaje, que como ella, había perdido la inspiración y para que esta volviera, había llenado de libros el suelo bajo la cama, pero había despertado sin conocer el final; bueno, nada malo podía ocurrir si lo intentaba pensó, así que decidió hacerle caso a su subconsciente y desde aquel día, empezó a guardar algún que otro libro bajo la cama. Los elegía cuando pasaba cerca de las estanterías siguiendo su impulso, sin perder la esperanza de que se repitiera el sueño, que le diera una pista sobre los pasos a seguir. Si las palabras, sentimientos y emociones que albergaban, alguna noche decidían volar, evaporarse, disolverse o como sea que escapasen hacia el exterior desde el mundo de los sueños, decidieran, ya que ella estaba tan cerca, quedarse a entablar conversación, contarle secretos, aventuras y misterios al menos por un tiempo, sabía que sería justo lo necesario para animar su inspiración, el empujón que necesitaba para empezar o terminar las historias que deambulaban por su cabeza y que aun no tenían principio ni fin.


Pasadas unas semanas, los libros ya asomaban bajo la cama hasta el punto de ir a buscar los zapatos y no encontrarlos. Se agachó en su busca apartando las montañas de libros, y el ejercicio le sirvió para ser consciente del desorden que campaba a sus anchas, con un dedo de polvo por encima. Entonces decidió sacarlos, limpiarlos con esmero y sin saber por qué, empezar a tomar nota de los títulos. Cuando terminó la lista, pensó que debía ponerlos otra vez bajo la cama pero siguiendo un orden, lo correcto sería que los de cada montón tuvieran algo en común, así que empezó a releerlos y a tomar notas sobre lo que pensaba de cada uno,así fue retomando el hilo conductor que entretejían la tinta y el papel con su cerebro, y casi sin darse cuenta se obró el milagro, las ideas surgían de palabras sueltas a frases, de frases a párrafos, de párrafos a textos, y un día terminó por ser consciente de que volvía a sonreír, porque había encontrado el camino para llegar de nuevo al mundo de la palabra escrita.


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