domingo, 8 de junio de 2014

Azul



Bebo quería pintar las paredes de su habitación de color azul, pero tras mantener una charla con Rudo el duende y Pia el pájaro cantor, ya no estaba seguro de haber elegido el color adecuado y en cualquier caso, ¿en qué tono de azul? Así que decidió que lo mejor era pedirle opinión a sus amistades. 


Rudo se encargó de hablar con las hormigas que inmediatamente decidieron que era un tema interesante y nada complejo, pero tras una hora larga de discusión en la que  no llegaron a ponerse de acuerdo, y preocupadas por dejar de lado sus quehaceres que eran muchos, le pasaron el problema a Doro el enano mágico, convencidas de que como tenía fama de ser muy cabezota lo decidiría sin más. 


Pero tras mucho cavilar tampoco Doro se decidía por el color apropiado, ya que nunca se había parado a pensar qué importancia podía tener un color frente a otro, pues él en su casa, los cambiaba sobre la marcha según le apetecía, con sólo mover un dedo.

Decidió entonces plantearle el enigma a Sarantontón que era una mariquita muy despierta, seguro que entre los dos decidirían cuál podía ser el color más acertado para la habitación de Bebo, pero pronto se arrepintió, porque a Sarantontón sólo le gustaban los colores brillantes y jamás, jamás habría pensado en el simple azul.



Sarantontón un tanto indignada por la polémica con Doro el enano, decidió ir al castillo del prado para observar los colores del interior, porque tenía muy claro que si allí vivía gente importante, las paredes las tendrían como era lógico pensar de colores brillantes. Con esta idea se encaminó hacia el lugar con Rudo, que le pareció una compañía menos obtusa tras la discusión con el enano y convencida de que allí encontrarían la solución al problema de la elección del color.


Sin embargo, tras pasear durante un par de horas observando las paredes por el interior del castillo y muy a su pesar, de lo único que estaban seguros, era de que cada habitación estaba decorada y pintada según el morador que vivía en ella y por más asombroso que pudiera parecer, todas tenían algo especial aunque no tuvieran las paredes brillantes. 




De esta manera, Rudo el duende y Doro el enano fueron por fin a hablar con Bebo que seguía esperando consejo, para decirle que después de mucho cabilar, y como eran muchas las fuentes consultadas y muy diversas, no habían llegado a consenso, y que lo mejor que podía hacer, era pintarla como le pedía el corazón porque así siempre, siempre, se sentiría a gusto.



1 comentario:

  1. Las ilustraciones en esta ocasión están realizadas con acuarelas sobre papel de grano grueso y bolígrafo.

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