domingo, 4 de mayo de 2014

Debe ser la primavera


–Pasaron unos nubarrones y se oscureció todo de repente. Jadeaba apoyado contra la pared por el esfuerzo,  sentía que el corazón quería salírle por la boca e instintivamente se puso una mano sobre el pecho. Los pasos de sus perseguidores se sentían cada vez más fuerte, estaban cerca. Un perro en la verja de enfrente no dejaba de ladrarle mientras enseñaba sus afilados dientes, no podría soportar este ritmo mucho más, pero dónde podía ir, necesitaba un lugar donde esconderse–.

Siempre soñó que llegaría el día en el que podría leer en la cama; sentada sobre el inodoro cual héroe caído o mientras disfrutaba de un lento desayuno,  un almuerzo tranquilo o una cena en soledad. Creía que su sueño se realizaría cuando fuera independiente, pero la realidad fue otra.


Le habían inculcado tanto el sentido del deber y la responsabilidad que a lo largo de su vida sólo pudo robar pequeños ratitos de su tiempo libre para dedicarlos a su pasión, la lectura. Y cuando leía, tampoco disfrutaba plenamente porque le parecía estar oyendo a su madre, que siempre que la pillaba con un libro en las manos le decía –"No vas a ser nada en la vida, todo el día con esos absurdos libros que te llenan la cabeza de pájaros"–.  Pero los pronósticos maternos no se cumplieron, pues no sólo le fue bien, sino que triunfó en todo lo que se propuso. Siempre pensó que gracias a los pájaros que revoloteaban en su cabeza y a sus fantasías, fue valiente y se arriesgó cuando tenía que hacerlo.

Tuvo hijos a los que educó lo mejor que supo y no lo hizo mal del todo, prueba de ello eran sus nietos, que daba gusto verlos. Sonrió para sus adentros y también con la boca. El motivo de ser tan emprendedora se lo debía a esos pájaros.

Ahora estaba en aquel jardín que rebosaba primavera, con el tibio sol de la tarde calentándole los pies que apoyaba en el soporte de la silla de ruedas, porque sus piernas ya no le ayudaban. Sonreía abiertamente mientras veía las mariposas revoloteando entre las flores y los pájaros saltando aquí y allá entre la hierba y los árboles.













–Pero abuela, abueelaa. La tierra llamando a la abuelaa, eeooo.¿En qué piensas? ¡No me estás escuchando! ¿Por qué sonríes?, ¡si el protagonista está a punto de morir!–. 
–Oh, cariño, perdóname–. Y pasó su mano temblorosa por la cabeza de su nieta. 
–Sonrío porque jamás soñé y soñé mucho, que me encontraría vieja y tan a gusto mientras una de mis nietas me lee una novela de intriga, que como sabes, son las que más me gustan–. 
–Qué cosas dices abuela, la verdad es que a veces no te entiendo. ¿Sigo?–. 
–Claro pequeña, sigue a ver en qué termina este entuerto, pero no te extrañe si sonrío en lugar de estar seria, debe ser la primavera, que me hace feliz–.









3 comentarios:

  1. Las ilustraciones son collages realizados con tela, papel, lápices de colores y rotuladores.

    ResponderEliminar
  2. Que bonitooooo, me salieron las lágrimas. Yo quiero ser esa abuela dentro de unos años, jeje. Un besito mamiiii, cada ves tengo más claro que eres una gran artista en todos los sentidos. Soy crisssss

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En el fondo todas tenemos algo de esa abuela solo que a veces no sabemos verlo, y en cuanto al cariño, siempre hay que darlo primero para recibirlo después en mayor o menor medida. Seguro que conseguirás todo lo que la vida te pueda dar.
      Muchas gracias por apoyarme cariño.

      Eliminar