domingo, 20 de abril de 2014

La historia de Tambor. (Primera parte)





En estos días, mientras charlaba con mis hijos, apareció en la conversación una época entrañable de cuando eran niños:




En casa tuvimos un conejo que nos regaló un amigo, siendo un gazapo, al que llamábamos Tambor en honor al que nació a manos de Walt Disney. Yo decía entre bromas a los niños que era un conejo-perro porque el animalito te seguía a todas partes, en lugar de esconderse como hacen sus congéneres cuando se acerca un humano. Recuerdo que cuando salía a tender la ropa, seguía todos mis pasos, si me paraba para recoger una prenda del cubo, él se paraba, si caminaba a ponerla sobre la cuerda de tender, él también lo hacía.



Vivía feliz en nuestro jardín o al menos eso nos parecía a nosotros. Se pasaba el día escarbando en busca de zanahorias y hojas de verduras que mis hijos muy pequeños por aquel entonces, le escondían en agujeros que le hacían por el suelo.

El tiempo transcurría así, como ocurre en la niñez, despacio y entre risas; cuando un verano, empezó a rondar por los muros de la casa un gran gato negro que no habíamos visto antes. Un día sentimos gritar y llorar con mucha angustia al niño del vecino y corrimos a ver qué pasaba. En su patio habían muchas plumas y mamá gallina estaba muy alterada. El gato se había llevado uno de sus polluelos, y no hizo más destrozos porque llegaron a tiempo gracias al escándalo que montó la gallina. Mis hijos me miraron aterrorizados y estuvieron varios días muy tensos observando los alrededores de la casa. 




Estuvimos al menos una semana sin volver a ver a Gato Negro, que fue como lo bautizamos, pero una mañana muy temprano al abrir la ventana, descubrí muy a mi pesar que allí estaba de nuevo, agazapado sobre el muro y mirando fijamente la caseta de Tambor.




Y la próxima semana, el desenlace.

1 comentario:

  1. Las ilustraciones son collage realizados con papel que taladré con punzón y coloreé con lápices de colores.

    ResponderEliminar