domingo, 27 de abril de 2014

La historia de Tambor. (Desenlace)



La semana pasada, leíamos que "descubrí a Gato negro agazapado en el muro y mirando muy fijamente la caseta de Tambor".




Bajé corriendo porque no hacía caso a mis gritos desde la ventana y desde allí le tiré una piedra para demostrarle que no era bienvenido. 

Desde aquel día, empezó a preocuparme seriamente el futuro bienestar de nuestro conejo, que a aquellas alturas ya era parte de la familia y al que los niños apreciaban mucho.

Pasaron unos días en que dejamos de ver al malvado gato. Pero una tarde escuchamos ruidos en la parte de atrás de la casa. Salimos rápidamente y encontramos la caseta del conejo desbaratada y el sembrado pisoteado, mientras veíamos saltar el muro a Gato Negro para escapar al ser descubierto.

No había ni rastro de Tambor, los niños lloraban y temí lo peor. Nos pusimos a llamarlo a gritos pues solía responder con rapidez acudiendo a nuestros pies. Transcurrido un rato, cuando casi habíamos perdido la esperanza de encontrarlo con vida, vimos asomar temblando su cabecita entre las acelgas. Estaba algo magullado, pero vivo. Entre abrazos y sollozos comprendimos que debíamos buscarle un lugar adecuado.





Como ocurre muchas veces, casi por casualidad, encontramos un hogar perfecto para Tambor. Llegado el momento, lo trasladamos en el coche a su nueva casa donde una preciosa conejita lo recibió con los habituales arrumacos. Los niños, que no habían sonreído durante el rato que duró el trayecto, ahora reían felices al comprobar que Tambor empezaba una nueva vida junto a otros conejitos y parecía feliz.





Tras la despedida que no resultó tan dolorosa como me había imaginado, nosotros regresamos a casa, sabiendo que tendríamos que aprender a vivir sin Tambor; pero con la certeza de que lo veríamos de vez en cuando y estaría bien.

1 comentario:

  1. Las ilustraciones son collages realizados con papel que taladré con punzón y coloreé con lápices de colores.

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